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SAN CRISTÓBAL DE LA HABANA EN EL SUR, ANÁLISIS HISTÓRICO-GEOGRÁFICO DE SU LOCALIZACIÓN.

Investigadores:
Lic. Abilio González González (&)
Dr. Ricardo Álvarez Portal (&&)
Dra. Sara Interián Pérez (&&)

RESUMEN: La localización originaria de la primigenia Villa de San Cristóbal de La Habana ha sido tema central de debates y contrapunteos entre historiadores, geógrafos y muchos que se han dedicado al estudio del desarrollo histórico y social de nuestro país.

Cierto es que la ubicación precisa de la primera villa de La Habana resulta un enigma que no ha dejado material alguno escrito o referencial de su vecindario fundador o de visitantes pasajeros, que nos permitieran en la actualidad ubicarla con exactitud.

Tras una muy seria búsqueda de informaciones se logró recopilar un nutrido material que conforma una amplia base de datos vinculada al objeto de análisis, la cual recoge cronológicamente los disímiles criterios, distintas referencias y alusiones de conquistadores, cronistas e historiadores, sobre este controvertido asentamiento.

Se procesó la información acopiada para plantear una hipótesis acerca de la u8bicación de la villa de San Cristóbal de La Habana, utilizando el análisis histórico y los métodos cartográficos y fotogramétricos de investigación, obteniéndose como resultado la delimitación de una zona de gran probabilidad para la búsqueda arqueológica dirigida a corroborar los planteamientos de los autores.

(&) Oficina Provincial de Monumentos y Sitios Históricos de la Dirección de Patrimonio de La Habana.
(&&) Empresa de Proyectos Agropecuarios de Ciudad de La Habana

SAN CRISTÓBAL DE LA HABANA EN EL SUR;
ANÁLISIS HISTÓRICO- GEOGRÁFICO DE SU LOCALIZACIÓN.


INTRODUCCIÓN.
Después de medio milenio del llamado “Descubrimiento” o “Encuentro Mutuo de Dos Culturas”, hay hechos vinculados y que se desencadenan tras ese objeto de estudio, que hasta hoy son desconocidos, constituyendo enigmas que merecen porque deben ser despejados.
Quizás por falta de previsión del futuro, o por el desconocimiento del inusitado devenir de los acontecimientos y del ulterior desarrollo de la sistematización de las ciencias y por ende de la cultura en general, talvez contagiados por las continuas y reiteradas sorpresas de las aventuras transitorias de las circunstancias, eufóricos ante lo novedoso, circunspectos ante el temor a revelar secretos lo que les obligó a emplear estrategias de compartimentación extrema, o quizás, faltos de tiempo para dar testimonios a la posteridad…, lo cierto es que los que arribaban a nuestras tierras para emprender su colonización, no siempre hacían lo que debían para registrar los resultados de su encomienda, y tampoco en la Península se ocupaban de exigir, o custodiar, o archivar la preciosa documentación que emanaba de los avatares de la conquista, lo que ha dificultado estudiar o analizar algunos hechos históricos en tiempo y espacio, por lo que ha faltado certeza para darle una eficaz respuesta a algunos problemas relacionados con el estudio de la interrelación entre la historia y la geografía, aspectos de principio fundamentales en las ciencias sociales.
De su primer viaje, -octubre de 1492-, Colón nos dejó un testimonio histórico-geográfico de la región a través de su Diario de Navegación y de su conocida carta a Luis de Santángel. De la segunda travesía, en junio de 1494, se perpetúan los hechos mediante la descripción que hizo de la misma, e incluso, en esta ocasión, pisa por vez primera la tierra habanera. De ambas expediciones nos llega la certeza de que el territorio estaba poblado por nuestros aborígenes.
Tras algunos años de olvido de la Isla de Cuba, en los que los españoles se ocuparon de Santo Domingo, ya comienzan entre el intermedio y el final de la primera década de la decimoquinta centuria a realizar viajes de exploración y bojeo a nuestro territorio.
En 1500, Juan de la Cosa había cartografiado la isla; Su Majestad Fernando de Aragón tenía interés en saber si había oro y especies, lo que manifestaba en 1504. En 1509 llegaba Sebastián de Ocampo para investigar si era posible poblar a Cuba; y en ese año, Diego Colón, tras recibir instrucciones y evaluar el proyecto, decidía el inicio del proceso colonizador, designando a Diego Velásquez para esta misión.
La conquista comenzó en 1510; entre principios y fines de ese año se fundó la primera de las villas: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa. Tras el decursar del tiempo, entre 1514-15 se funda la primigenia villa de San Cristóbal de La Habana.
La conquista se había organizado desde la zona oriental en tres expediciones: una con Pánfilo de Narváez, Juan de Grijalva y Fray Bartolomé de las Casas, la cual iría por tierra; por el norte se trasladaría una segunda con un bergantín; y la tercera, dirigida por Diego Velásquez navegaría por el sur.
Narváez, Las Casas y sus hombres, entraron por la norteña bahía de Matanzas, hacia la zona central, sur y este de la actual provincia habanera; de ahí prosiguieron ruta a Puerto de Carenas, (Bahía de La Habana). En ese lugar tomaron un bergantín y se dirigieron entonces hacia el oeste, bordeando hacia la costa sur en dirección al este hasta la actual Playa de Mayabeque, sitio donde se plantea que quizás haya sido el primer punto de penetración hacia la villa sureña de San Cristóbal, -donde desemboca el río Mayabeque que sirvió de punto de llegada y desembarco para penetrar al lugar que habían visitado con anterioridad, donde existían tierras fértiles, llanas y anchas, a la orilla de un magnífico río de abundantes aguas, un territorio con clima benigno y con una población que auguraba que ofrecería mano de obra considerable, que aseguraría la producción de alimentos. La zona serviría en el futuro de base de reaprovisionamiento y salida hacia nuevos derroteros.
Inobjetablemente, Velázquez y los conquistadores no llegaron a sospechar que con el transcurrir de los siglos se crearían tantas múltiples discusiones acerca del sitio en que ellos fundaron la villa que nos ocupa. Decenas y miles de artículos y trabajos, en periódicos, revistas, folletos y libros, han provocado discusiones bizantinas, a veces muy acaloradas, además de estudios, análisis, e investigaciones en torno a este acontecimiento histórico. Legiones de estudiosos, -eruditos o no-, y profanos, han discutido y generado cálculos, suposiciones, teorías e hipótesis, y de hecho, una verdadera alfombra de papeles entintados, -de poderse hacer-, ya habría cubierto, -y con creces-, el área que ocupó la Villa de San Cristóbal de La Habana en el sur.
El territorio de Batabanó a Guines ha sido explorado para tratar de encontrar evidencias sobre dicho asentamiento, las cuales, por obligación tienen que haber sido muy efímeras y transitorias.
La bibliografía consultada y procesada durante las investigaciones ha sido amplísima. De su análisis y valoración se obtuvieron datos quizás aislados y fríos, pero al sopesarlos científicamente de forma sistémica e interrelacionarlos, han dado una panorámica muy interesante por su comportamiento orgánico que consideramos lo más aceptable posible.
Este trabajo posee como fin fundamental el presentar una hipótesis acerca del objeto de estudio: la localización del primitivo asentamiento de la Villa de San Cristóbal de La Habana en la costa sur, para así poder emprender la realización de investigaciones científicas más detalladas. Basándonos en estudios geográficos, métodos cartográficos y fotogramétricos, así como toponímicos y patronímicos, arribamos a conclusiones para delimitar la zona en la que, acorde con los documentos existentes estuvo dicha Villa.
Esta investigación rompe esquemas rígidos, dogmáticos e inmutables, variados, contradictorios, diseminados, fragmentados y mal hilvanados, y se fundamenta en múltiples fuentes, siempre amenas, sometidas a rigurosas discusiones y análisis de discusión colectiva.
Este trabajo, reiteramos, no es término, sino un intento más para incrementar la búsqueda y despejar la incógnita; es un eslabón importante para servir de peldaño a la solución de este secular cuestionamiento.


RESUMEN DEL ANÁLISIS DE LAS FUENTES.

Cuando Diego Velázquez orientó desde el extremo este cubano hacer tres expediciones que irían conquistando y colonizando la Isla, una de ellas fue la columna de Narváez, asistida por el Padre de las Casas; ese “contingente que venía por vía terrestre iba más seguro (…) dominando más amplio panorama; es más sostenible que conociendo el avance de Velázquez, se inclinaría hacia el Sur. Si hubo previo aviso de poco más o menos convenido lugar de contacto –que nadie documentalmente ha desmentido- es que (y así opinaba Calcagno), los descubridores pasaron por el seductor valle de Güines, y de allí partieron a reunirse con los que venían por mar.” (1)
En la “Relación del bachiller Alonso de Parada a S. M. acerca de la población de las Indias”, fechada el 2 de julio de 1527, se expresa que “en la dichas Isla Fernandina no hay iglesia sino de paja, y éstas no las hay en todos los pueblos que en algunas casas de personas particulares se dice misa en algunos de los dichos pueblos como parece por la información que de dicha isla se trae”. (2)
Al hablar de FUNDACIÖN de una Villa, en aquellos lugares y momentos iniciales de la colonización, no podemos pensar en grandes o extensas construcciones. El Dr. Fernando Portuondo opinó que la misma “no pasaba de fórmula ritual y que ella no iba acompañada de construcciones destinadas a permanecer, sino, en todo caso, de algunos bohíos, prestamente alzados por los aborígenes, para albergue del cabildo, la iglesia y demás edificios oficiales, y al cual se ha dado un nombre”, y así “deben pasar meses durante los cuales los indígenas comarcanos levantarían las viviendas, los edificios oficiales y realizarían las siembras para el abastecimiento de los pobladores”. (3)
Hay unánime consenso entre los cronistas de que estuvo ubicada en el Sur la primigenia Villa; así lo plasman Bernal Díaz del Castillo, Francisco López de Gómara, Antonio de Herrera Tordesillas y Antonio de Solís Ribadeneyra.
Bernal, (1492-¿1581?), escribió sus obras y polemiza con Gómara, (¿1512-1572?), pero no lo desmiente en los hechos vinculados con la localización de San Cristóbal de La Habana en el sur; Herrera, (1559-1625), copia del Padre de las Casas; y Solís, (1610-1688), en su obra, también vuelve a lanzar juicios contra Gómara, y tampoco en esta ocasión lo desmiente. Es justo aclarar que todos escribieron libros importantes que son verdaderos documentos monumentales, vinculados con la conquista y la colonización. Bernal participó activamente en el proceso que nos ocupa y en los hechos ulteriores, y Gómara y Herrera Tordesillas trabajaron con testimonios y documentos que eran fuentes de primera mano.
Si todos coinciden con el sur, también coinciden con Gómara, quien la ubica en la comarca indígena de La Habana, en la boca, u orilla de un río llamado Onicaginal.
Bernal relata que en 1517 llegó una expedición a un lugar “que se dice y nombra en lengua de indios Axaruco, en la banda del norte, y estaba ocho leguas de una villa que entonces tenían poblada que se decía San Cristóbal, que desde ha dos años la pasaron a donde ahora está poblada La Habana.”
El sistema hidrográfico de la cuenca del Mayabeque actual está constituido por una red de ríos, -afluentes y efluentes-, permanentes o intermitentes, que ha tomado en variados tramos diversas denominaciones en la toponimia, producto y acordes con los múltiples sitios o puntos por los que pasa en su recorrido: Mal Potón o Mampostón, Catalina Guines, Bija, Bayamo, Culebra, Yamaraguas y Guinicagina u Onicaginal, éstos últimos dos nombres escritos indistintamente unas veces con “j”, o con “g”, y en otras con “x”, terminados o no con “l”, y acentuados en la última o en la penúltima sílaba.
Diego Velásquez nombra al río como Guinicaxinal, Gómara le nombra Onicaginal en 1540, y ratifica Tranquilino Sandalio de Noda, (1808-1866), que la población de Guines toma el nombre del prefijo de Guinicagina.
De los 127 ríos mencionados por Jacobo de la Pezuela y Lobo, (1811-1866), el que se identifica por su caudal y ubicada posición, es el situado en la zona que estudiamos: nuestro Mayabeque, que desemboca al sur y este de la provincia habanera, en la costa entre los actuales municipios de Melena del Sur y Guines, y que ha tomado el nombre debido a la Playa en que desemboca en territorio de Melena del Sur.
Juan A. Cosculluela, (1884-1950), identifica a dicho río con el nombre de Onicaginal.
El historiador Manuel Pérez Beato señaló que para el historiador Arrate, (1701-1765), la “villa se debió establecer en el río de la Bija que probablemente se refiere al Mayabeque”, y explica Beato que “no parecería tan fuera de propósito pensar, que el río y puerto del Rosario o de Belem, que antiguamente se llamó Cajunagua, porque pasan por el corral así llamado, fuera el Onicaginal de Gómara. Aún se podrá añadir a título de curiosidad, la especie de existir en el dicho puerto del Rosario, un cayo denominado De la Ceiba, que recuerda la tradición que corre sobre la primera misa en el puerto de Carenas, al ser trasladada la villa a la costa del norte”. (4)
Expresa el erudito historiador batabanoense Ramiro Guerra, (1880-1978), que la villa “según la tradición se fundó en la costa sur, cerca de la boca del río Mayabeque”, y agrega que “se escogió un punto en la costa meridional al sur de Guines, para erigir una población, especie de puesto avanzado”. (5) Néstor Carbonell, (1883-1966), y Emeterio S. Santovenia, (1889-1968), afirman y reafirman que el sitio estaba en un lugar de la costa sur del cacicazgo de la Habana, en las inmediaciones y desembocadura del río de Guines, Mayabeque u Onicaginal. (6) Gregorio Delgado Fernández, historiador que fuera de Melena del Sur, llegó a la conclusión “de que en la boca de dicho río fue donde se fundó la ciudad”. (7)
En una de sus Cartas de Relación al Rey, Velásquez afirma que “La ciudad de este nombre era un gran batey, rodeado de bujíos, con sus respectivos caneyes, o casas regias para sus Gemires o Dioses Penates y para sus Caciques o su Rey. Estaba cerca de la costa sur, en un llano fértil y ancho, sobre el río Guinicaxina” (…) “Reinaba en ella el cacique Yacuacayeo, pero Mexía se había alojado en casa de Habaguanex, que era un cacique principal.” Las otras dos mujeres y Mexía determinaron el lugar donde vivía Habaguanex, diciendo “que era en la costa norte donde fueron los españoles después que se les incorporó García Mexía en los montes rivera de un río… hasta diez leguas de dicho pueblo.” Si los españoles y Mejía fueron con él a Matanzas, el sitio descrito se debería encontrar aproximadamente a 56 kilómetros.
Como expresa Julio Le Riverand, que “el testimonio de Las Casas es terminante”, (8), y resalta como dato curioso, que Las Casas escribió en 1527 con relación a un pan de cera encontrado por los españoles en la costa, que lo “hallaron en la costa Sur, donde agora está la villa de La Habana”. (9)
En el tomo I de las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, se dice que el 18 de marzo de 1569, un sitio le es concedido al indio Diego Hernández, para un corral de crianza de puercos, y aclara que fue en el “pueblo viejo dos leguas de Yamaraguas e doce leguas de esta villa…”
José Martín Félix de Arrate y Acosta, (1701-1765), expresa con relación a las mediciones y extensiones que “…estas distribuciones de distancias no se hicieron siempre con el cordel en la mano sino por juicio, o como dicen, a ojo”. (10) Desde luego que nos argumenta y aclara que las medidas no eran estrictamente exactas, y que existían aproximaciones, ya que no existían instrumentos precisos.
Como dato curioso tenemos que también el 18 de marzo de 1569, acorde con las Actas del Cabildo, se revela la mercedación de un sitio a Bartolomé Cepero en la sabana de Mayabeque.
Los primeros historiadores se refirieron también al asunto: Agustín Morell de Santa Cruz, (1694-1768), Ignacio José de Urrutia y Montoya, (1735-1795), Antonio José Valdés, (1780-1850), y sobre todo José Martín Félix de Arrate y Acosta; éste último se dedicó de forma osada y estructural, y con mayor cercanía en el tiempo a los hechos estudiados, metodológicamente y con mayor número de informaciones y documentación, a sistematizar un estudioso compendio relacionado con el tema que nos ocupa, en su obra “Llave del Nuevo Mundo”; en la página 25 del libro expresa con relación a la ubicación, que “su primer establecimiento estaba, como se dice y yo supongo, en la costa del sur, es muy posible fuese el que ahora llaman de la Bija, que desemboca en ella en paraje más oriental que el Batabanó, y en donde estoy informado se divisan algunas señales de que hubo antiguamente embarcadero”. Prosigue en la página 26 manifestando que “en esta duda o contrariedad, que resulta de lo que afianza la historia y persuade la tradición, conformándose más con la autoridad y razones que favorecen aquella que con la sencilla noticia que comunica ésta, he llegado a creer como indubitablemente que nuestra villa de San Cristóbal estuvo al principio plantificada en las cercanías de Batabanó, en otro surgidero inmediato de aquella costa o banda meridional…”, y añade que “entre las razones de congruencia que reservé tocar en este capítulo, a fin de establecer mejor contra una vulgar tradición la autoridad de una noticia histórica que nos persuade a creer que esta villa estuvo antes fundada en las cercanías del Batabanó, o en otro surgidero inmediato, expondré primeramente la de haber venido Diego Velásquez, como refiere Herrera, desde Baracoa al puerto de Sagua por la costa del sur y ser regular que por esta misma banda pasara desde Jagua a fundar la Habana, y que llegando al Batabanó u otro surgidero que tendría esta provincia por aquella parte, lo escogiese para plantar la nueva villa, concepto en que se me hace afianzar un pasaje de la historia de nueva España escrita por D. Antonio Solía, que a mi juicio y el de otros sujetos más reflexivos ha parecido muy bien fundado”.
Entre las páginas 28-33 de su obra, Arrate nos hace pensar y razonar. Refiriéndose a la obra “Historia Verdadera”, en su capítulo 23, folio 15, vuelto, escribe: “Dice pues en el lugar citado, hablando sobre la demora que tuvo Hernán Cortés en su navegación desde el puerto de la Trinidad al de La Habana, lo siguiente: “Teníamos sospechas no se hubiese perdido en los jardines que es cerca de las islas de Pinos, donde hay muchos baxos, que son diez o doce leguas de La Habana”; y prosigue Arrate: “Luego, siendo indisputable que los referidos bajos denominados los Jardines, están en la costa del sur, y que distaban según sus cláusulas diez o doce leguas de la primitiva villa, se hace evidente que estaba situada en aquella banda, y no en las del norte.”
“Pruébase esto con más claridad, lo primero, porque era regular referir la distancia que había desde dichos bajos a la tierra tomándola desde ellos a la costa del sur a donde caen, que no desde esos mismos a la del Norte, de que están tan apartados. Lo segundo, por ser innegable que los citados Jardines están distantes de Batabanó, o de aquella costa del sur, trece o catorce leguas, conforme al más ajustado o corriente cómputo y de aquí es que supuesta la latitud, que por donde vemos tiene la Isla, distarían dichos bajos veintiocho leguas de esta banda del norte; de cuya diferencia debe tenerse por más verosímil el que errase en una o dos leguas, que no en tantas. Y por consiguiente ser muy conforme a la distancia que señala desde aquellos bajos a la Habana el que la situación de esta fuese en la otra costa y no en ésta.”
Tras la anterior explicación, él prosiguió su argumentación con la distancia que el propio Bernal Díaz del Castillo señala con relación a las ocho leguas entre nuestro estudiado sitio y Jaruco.
A continuación, Arrate profundiza en el documento que con anterioridad citamos de las Actas Capitulares, y en específico la del 18 de marzo de 1569, en la que el indio Diego Hernández suplica se le concediese para corral de puercos un sitio que estaba en el pueblo viejo, dos leguas de Yamaraguas y doce de esta villa, es decir, doce de la Habana ya en el norte. Argumenta que debemos calificar y corroborar la opinión que él plantea como más probable: “Que el pueblo viejo de que hace mención el nominado indio en su pedimento, fuese la antigua villa de la Habana, lo persuade verosímilmente el que aquella expresión indeterminada del pueblo viejo parece relativa a la nueva población o villa existente con quien hablaba”; y añade: “lo otro porque no constando de las historias ni de la tradición que en estas inmediaciones haya habido situado otro lugar, ni sido trasladado de otra población que la villa de San Cristóbal, es muy presumible que fuese ésta y no otra distinta de que no hay noticia. A más de que afirmando uniformemente Herrera, Gómara y otros que la villa vieja de San Cristóbal, estuvo en sus principios fundada en aquella costa, de donde se mudó a la del norte, conviviendo en el paraje de su situación con el pueblo viejo que se refiere en el pedimento, parece sin duda que fue éste y no otro el primitivo asiento de la antigua villa
De la Habana, lo que a mi ver se prueba con claridad. El sitio Yamaraguas, señalado como confinante del Pueblo Viejo, es hasta hoy conocido por el nombre de esta ciudad, de donde está catorce leguas al sur; en paraje más oriental que el Batabanó, de quien dista (…) como seis leguas; bajo de cuyo concepto es muy regular discurrir y aún creer que por allí según se ha dicho con la autorizada noticia de los cronistas citados, que la dan fundada en la banda del sur, como porque estando dicho sitio de Yamaraguas dos
leguas y media a corta distancia de la boca del río de la Bija, que baña su contorno, es muy conforme a razón y práctica se eligiese para la población aquel lugar, que tenía un río tan fértil para su abasto, y un surgidero tan inmediato para su comercio marítimo: sin que se ofrezca reparo ni dificultad, ya se considere situado al Pueblo Viejo dos leguas más allá de Yamaraguas hacia el sur, o dos leguas más hacia el norte, porque a más o menos distancia siempre subsistía la conveniencia de poder comunicarse por el río con el mar, como sucede en el Bayamo.”
Si observamos correctamente un mapa o estamos en la costa sur del área que estudiamos, el sitio que buscamos, San Cristóbal, está al este de Batabanó; si estuviésemos mirando el mapa desde la costa norte hacia el sur y sin ubicarlo en posición geográfica correcta, se pudiese decir que nuestro buscado lugar: San Cristóbal estaba al oeste de Batabanó. Está claro que nuestro buscado paraje: San Cristóbal, muy cerca del río y de Yamaraguas, estaba distante seis leguas aproximadas de Batabanó, el cual se le ubica a su oeste.
Como se aprecia mediante el texto de Arrate, se reconoce que en el año 1761 el sitio Yamaraguas era aún conocido con el nombre de San Cristóbal de La Habana, cosa que también han dicho otros autores.
Como es lógico y racional pensar, hay fuentes eruditas y otras profanas, pero es incuestionable que las ideas expresadas por Arrate son más fidedignas debido a su prestigio e institucionalidad, y sobre todo acorde con el grado de acercamiento al entorno de los hechos vinculados con nuestro objeto de análisis y estudio.
Tuvimos en cuenta las referencias de los conquistadores, cronistas y primeros historiadores. Pero además, consideramos otras fuentes de gran certeza y confiabilidad en que se plantean referencias y criterios de escritores e investigadores más recientes que han hurgado en el tema que nos ocupa.

En el tomo 8 de las Memorias de la Real Sociedad Patriótica, aparece un trabajo escrito por Ramón de la Sagra, (1798-1871), que recuerda textualmente y menciona lo mismo que expresó el sabio alemán Alejandro de Humboldt, (1789-1859), el cual escribió en su “Ensayo Político sobre la isla de Cuba”: “…San Cristóbal de La Habana. Primeramente se fundó esta última ciudad en 1515 en la costa meridional de la isla, en el partido de Güines, y cuatro años después se transfirió a Puerto Carenas, cuya posición a la entrada de los dos canales de Bahamas (el Viejo y el Nuevo), pereció mucho más favorable al comercio que la costa al sureste de Batabanó.” (11)

En las “Memorias de la Real Sociedad Económica”, serie IV, tomo I, página 174, se plantea: “En tanto se formó un pueblecito en Carenas y en 1515 se mudó la villa de San Cristóbal de La Habana a la costa norte, a la boca del río de la Chorrera, al mismo tiempo que nació Santa Teresa de Jesús y apareció Martín Lutero. Pero la antigua Habana siguió llamándose “el pueblo viejo” como medio siglo hasta que abandonada enteramente pidió merced al indio Diego
Hernández para “poblar” allí un corral de cerdos, y se le concedió con el nombre de “Yamaraguas”; casi donde está hoy la villa de los Guines”. (12)

El destacado economista e intelectual indiscutible Francisco de Arango y Parreño, (1765-1837), -quien además de su vasta cultura mucho conocía a Güines y sus entornos por poseer altos intereses económicos con fabulosas propiedades y negocios en la zona, y responsabilidades políticas-, manifestó en un documento firmado en 1814, que los primeros esclavos se introdujeron “en todas las partes orientales de ella, -la Isla-, pues La Habana, a la sazón estaría apenas trasladada a las orillas de esta bahía, desde el partido de Güines a la costa del Sud, donde parece que primero se fundó.”

Tranquilino Sandalio de Noda, (1808-1866), repitió lo que Velázquez, diciendo que la villa estaba al lado de una llanura fértil y ancha del río Guinicajina, y asevera, además, que el nombre de Guines se toma de las dos primeras sílabas tónicas, o sea, el prefijo o apócope del nombre de ese río.

Francisco Calcagno Monzón (1827-1903), erudito que por muchas razones se considera como el primer intelectual guinero, y uno de los más destacados en la nación, opinan y acepta a Güines como el sitio donde estuvo asentada San Cristóbal, y argumenta que esta población era conocida en 1743 como “San Cristóbal de los Güines”. (13 y 14) Calcagno expresó además: “En Yamaraguas, barrio autóctono del Sur, surgió la aldehuela con sus casuchas de embarrado y paja, cuando no fueran bohíos de yaguas y guano. Su nombre está diciendo que allá vivió el aborigen y por lo tanto el colono español.”

En 1894, el muy ilustre intelectual Raimundo Cabrera Bosch, (1852-1923), quien siempre en todo momento y lugar decía con orgullo: “-¡Yo soy guinero!”, en la revista “El Fígaro”, habló de Guines, cuyo nombre tiene sus raíces fonéticas en la denominación del río, y argumenta que su población se pierde en tiempos anteriores a Diego Velázquez. También manifestó de esta villa que tanto quiso, donde se crió y tenía tantos familiares y amistades: “La feracidad del terreno, la abundancia de agua, la belleza del lugar convidaron sin duda alguna a los primeros pobladores a establecerse en el hermoso valle y las tradiciones del caserío se remontan a la época de la fundación de La Habana misma con la cual tuvo desde entonces comunicación.” (15)
En su obra “Mudos Testigos”, en la página 33, el destacado historiador Ramiro Guerra, (1880-1970), natural de Batabanó, argumenta, -como puede apreciarse en las líneas que presentamos a continuación-, y nos hace razonar que fue Guines y no Batabanó, la zona que sirvió de asiento al primer lugar de penetración y donde se señala a San Cristóbal de La Habana. (16) Expresó: “Es sabido que al procederse a elegir el sitio para la fundación de las primeras villas y ciudades, en la región india de La Habana se escogió un punto en la costa meridional, al sur de Guines, para erigir una población, especie de puesto avanzado hacia el oeste de la isla. Además de ese primer punto de penetración -primitivo asiento de la capital de Cuba- hubo otro lugar de acceso y de penetración en el límite oriental costanero del barrio, o sea, en el sitio donde hoy se halla el Surgidero de Batabanó. El mar en dicho lugar es limpio, abierto y de profundidad mayor que en muchos lugares de la costa, desde la Ensenada de la Broa a Majana, y la faja cenagosa costanera de menor anchura y menos difícil de atravesar que por la parte de Güines, por esa razón y por ser la provincia algo más estrecha desde el Surgidero a La Habana que del lugar costero al sur de Guines, algo más tarde, cuando La Habana quedó establecida muy pronto el puerto de Carenas, al norte, la comunicación desde Santiago de Cuba, Bayamo, Sancti Spíritus y Trinidad, con La Habana y viceversa, fue más fácil por el Surgidero de Batabanó que por el primer asiento habanero al sur de Güines.”
Julio Le Riverand, (1912), acucioso investigador, al referirse a la Carta de Relación hecha por Velázquez en 1514, llama la atención con respecto al pueblo del cacique Yaguacayex, y opina que “pudiera situarse más al Este y al Sur”. Añade que “se dice que la establecieron en la boca del río Onicajinal”, que “para otros se trata del río Mayabeque en su desembocadura o algo más al interior, sobre su curso, como huyendo de los peligros y desventajas de la costa baja e indefensa de la región. Queda en pie, hasta hoy, el hecho que la villa de San Cristóbal se fundó sobre un río o en su desembocadura, que desaguaba, en la costa Sur, posiblemente en el tramo que corre de Batabanó a El Rosario.” (17)
El destacado antropólogo y arqueólogo, Dr. Manuel Rivero de la Calle, (1926- ), opinó “que si la ciudad estuvo situada por esa zona, nunca estuvo tan cerca del mar, sino más bien en el interior, es decir al norte de los terrenos actualmente cenagosos”, y añadió que “es probable que el desplazamiento de los vecinos se haya producido en forma escalonada porque todavía en 1519 habían habitantes en la villa de la costa sur”, y nos recordó que “según las crónicas, Juan Núñez Cedeño vende a Hernán Cortés provisiones antes de que éste embarcara para la conquista de México.” (18)
Aclara el Dr. Antonio Núñez Jiménez, (1923-1998), “que la boca del Mayabeque está situada en la gran Ensenada de la Broa, una zona protegida; y que los pequeños barcos de la época debían tener muy poco calado.” (19)
Gerardo Castellanos, (1879-1956), reconoce el establecimiento del sur y del norte, y es categórico al referirse al traslado. Expresó que “Cuando esta fundación desaparece del Sur, sabido es que ya existía en el Norte, en Puerto Carenas, un asiento de europeos”, y reafirma: “al tener noticias los moradores del Sur de la mejor situación de aquel establecimiento, se desplazaron hacia él”, y después añadió: “los vecinos del sur decidieron trasladarse al Norte.” (20)
Como se puede apreciar el proceso de traslado de los habitantes hacia el asentamiento del norte, fue gradual, lo que afirmó la Dra. Hortensia Pichardo Viñals al afirmar : “sin temor a equivocarnos, que al mismo tiempo que se poblaba la costa sur, también se establecían núcleos de población en la costa norte”, y que “Vecinos de la villa de San Cristóbal tenían estancias y haciendas en la costa norte”, y aclara que el “norte no fue una nueva población, sino el traslado de la villa sureña de su primitivo asiento hacia el norte”, ya que “vecinos de la villa sureña, poseedores de mercedes en la costa norte pasarían parte del tiempo en sus haciendas, las cuales, poco a poco, fueron poblándose en detrimento de la villa primitiva”, y concluyó como muy “posible que en los comienzos de la colonización, los vecinos de San Cristóbal dejaran en manos de empleados y copartícipes sus haciendas, pero paulatinamente fueron fabricando sus viviendas y permanecían en ellas la mayor parte del tiempo, hasta quedarse definitivamente asentados en el norte”. (21)
En la obra “Guines La Ciudad Mayabequina”, su autora se refiere a un importante punto geográfico: el Yamaraguas. Se dice: “Ya hemos anotado al Sur el barrio autóctono, el aborigen: Yamaraguas. Su nombre está diciendo que allí vivió el siboney, acaso luego, lo ocupó el taíno. Allí residió el aborigen y por tanto, el colono español, fijándose en el suelo al paso de la conquista y colonización, por acá después de 1515, fecha de la fundación original de la Habana junto a la desembocadura del Mayabeque, vino a someter la comunidad india que por Yamaraguas radicase, o vino ese colono español a disfrutar del suelo feraz de estos contornos (…) aquí en “Yamaraguas” surgió el núcleo urbanizado, que luego aumentó de tamaño, alcanzando lugares al Norte.” (22)
El sur posee como desventajas las de ser una costa baja de deposición, abiertas líneas costeras, más a merced de las inclemencias del tiempo y diversos fenómenos atmosféricos como ciclones y huracanes, y penetraciones marinas, con sus costas con humerales, pantanosas o cenagosas que son malsanas, los ríos suelen crecer con facilidad sobre todo en estaciones lluviosas en que ocurren temporales y aguaceros torrenciales, y se propiciaban condiciones idóneas para el surgimiento y crecimiento de múltiples plagas de insectos como mosquitos y jejenes, hormigas y bibijaguas, así como de otros posibles vectores.
Muy a lo diferente, en el norte existe una costa abrasiva o de erosión, de más profundidad, con una bahía de bolsa, resguardada, más dada a la navegación, con facilidades para las comunicaciones y el comercio, ubicada en una favorable posición geográfica que delataba un provisorio desarrollo futuro, y con magníficas condiciones para realizar fortificaciones y asegurar su defensa.
Al norte se fueron las personalidades más pudientes o adineradas, representativas e influyentes en el orden económico, político, y social, o sea, autoridades con jerarquía militar, administrativa o eclesiástica, pero resultó un “abandono” parcial, pues los copartícipes, socios, ayudantes, empleados y peones, más una parte de la población indígena, más sencillamente los que no lo quisieron, por uno u otro motivo, quedaron asentados en el sur y no se fueron.
Recuerda Le Riverand que: “Solamente se registra un punto de penetración al interior: La Bija, al norte del valle de los Guines, en la cuenca del Mayabeque.” (23)
El publicista Valentín Cuesta Rendueles, (1857-1924), en un trabajo suyo, cita al profesor y escritor José Alonso Novo, quien resumió muchos de los datos existentes sobre nuestro objeto de estudio. (24) Ambos utilizan textos conocidos de Velázquez, Las Casas, Gómara, Bernal Díaz y las Actas Capitulares; concluyen que “la capital de la Habana o Javana de los indios estuvo muy próxima al lugar donde hoy se encuentra Guines, y no a la embocadura del Mayabeque, como erróneamente afirmó algún cronista de la época y luego siguieron afirmando todos los historiadores, que no hicieron más que tomar los unos de los otros las verdades y los errores.” Rememoran la carta de Velásquez que dice que “la provincia de la Habana; la ciudad de este nombre era un gran batey…” (…) “…cerca de la costa del sur en un llano fértil y ancho, sobre el río Guinicajina”, que “Gómara escribió Onicaginal y que nosotros llamamos ahora río de los Guines”. Estos autores señalan que Velázquez, cerca, “pobló la villa San Cristóbal, en tanto se formó un pueblecito en Carenas y en 1515 se mudó al norte a la boca del río la Chorrera”; así mismo mencionan la merced pedida por el indio Diego Hernández, con el nombre de Yamaraguas, “casi donde está hoy la villa de Guines.” Plantean que “Velázquez fundó la Habana donde mismo estaba, cerca de los Guines… y si se tiene en cuenta que los Guines estaba no donde precisamente se halla hoy
villa, sino al suroeste y muy cerca de la loma de Candela, se ve que las palabras “cerca de Guines”, refiriéndose a Yamaraguas, expresan muy aproximadamente el lugar conocido aún hoy con este nombre”. Añaden: “creemos que el hoy llamado río Mayabeque tenía este nombre indio en su parte próxima al mar, y el de Guinicajina en su parte interior, prevaleciendo luego el de Mayabeque sobre todo él”. Reflexionan que el pueblo viejo, donde había estado la Habana, se dio con el nombre de Yamaraguas “casi donde está hoy” la villa de los Guines; y dicen que Yamaraguas “se encuentra a unos cuatro kilómetros al sur donde está la villa de Guines”, “a las márgenes del Mayabeque en la parte correspondiente al curso superior que debió haberse llamado por los indios Guinicajina.” Afirman que “la Habana india, donde Velázquez fundó la villa de San Cristóbal”, se halla “a las puertas de lo que es hoy la más floreciente villa de la provincia, y no en la embocadura del Mayabeque como afirman algunos que han escrito sobre este asunto.” Agregan que en la “comarca de la Jabana, reinaba el cacique Yaguacayeo”, que “García Mejía se alojó en casa de Habaguanej, que era un cacique principal”; piensan que Yaguacayeo era el cacique de la comarca o provincia, y Habaguanej de “la Javana, (Yamaraguas).”
Julio Le Riverand, en su referida obra que lleva por título “La Habana, Biografía de una Provincia, explica el poblamiento ulterior y simultáneo del territorio, que se inicia con el presente tema: nuestro objeto de estudio. Expresa que “En la región habanera sucedió lo mismo que en otras del país, donde la inmediata explotación de placeres auríferos y otras actividades económicas originaron cierta dispersión de los españoles de tal modo que el poblamiento se inició en varios asientos simultáneamente, bien junto a pueblos indios o en puntos litorales de particular ventaja o en haciendas agrícola-ganaderas primitivas destinadas al abastecimiento de las villas, de los navíos de tránsito y de los indios ocupados en la minería. En suma, no fue solamente el primitivo grupo vecindado en San Cristóbal del Sur el que se fijó en la región habanera desde los días de la conquista; hubo otros”. (25) Agrega que “su asentamiento en la región, al Norte y al Sur de ella, marca el inicio de un proceso secular de ocupación de la tierra habanera que produce una profunda transformación del marco geográfico. La progresiva explotación económica es una actividad que no cesa de realizarse desde el momento que se funda la villa de San Cristóbal”, “la ciudad primada va extendiendo su influencia en todas direcciones”. (26) Y añade: “La ciudad de La Habana tuvo tres emplazamientos antes de 1519-20. Más bien pudiera decirse que la entidad jurídica y política municipal fue pasando a distintos grupos demográficos preexistentes, arrastrando consigo los anteriores, a medida que la experiencia acreditaba la necesidad de situar mejor -dentro de las cambiantes situaciones intraimperiales- el núcleo urbano occidental del país. El traslado –si es que cabe darle ese nombre- de la ciudad fue siempre una consecuencia del previo reconocimiento de las virtudes del nuevo lugar. Y las tres Habanas forman parte del proceso inicial de ocupación periférica, esencial en los años de la formación de la colonia.” (27)
El ya citado Dr. Manuel Rivero de la Calle, intuye que “deben de existir evidencias materiales dejadas por los vecinos como serían restos de cerámica, objetos de hierro y piedra. Recuérdese además que las primitivas villas, para comodidad de los españoles y para poder aprovechar las fuerzas productivas que ofrecía el indio, fueron ubicados en poblados aborígenes o reuniendo un grupo de éstos, los que realizaban labores domésticas y agrícolas. Por lo tanto es posible que deben existir también en el sitio que se busca, implementos aborígenes y materiales de transculturación.” (28)
El Historiador de la Ciudad Eusebio Leal Spengler, expresó que “En la desembocadura del río Onicaxinal, en la costa sur de Cuba, estuvo la villa por primera vez; así lo señala el mapa de Paolo Forlano en el año 1564. Otros mapas posteriores permiten apreciar que, en la primera década del siglo XVII, cuando ya era famosa La Habana del Norte, llamada a la fortuna venidera, aún subsistía la comunidad primigenia; como podemos observar en el Matheum Nerenium Pessiolem, datado en 1604; en el Mercatorius de 1606, en el Hondius del año 1607, y en el mapa de Bertoldo Cecelli, dibujado en la misma época.” (29)
Además, cabe señalar que los autores de la presente investigación, en la revisión de toda la cartografía antigua existente en la biblioteca y amplia mapoteca del Instituto de Geografía Tropical, además de corroborar los planteamientos de Eusebio Leal al encontrar otros mapas más del referido siglo XVII, así como de otros correspondientes a los fines del siglo XVIII, en los que aparecen indicios de un asentamiento localizado al sur de la actual provincia de La Habana, y con nombres muy parecidos a éste. Hallamos los mapas siguientes: el número 24 del tomo I del libro “Cartografía y relaciones históricas de ultramar”, titulado “América”, fechado en el año 1660 y en el que se señala: “Havana”; del mismo libro el mapa número 25, de Arent Roggevesú, datado en 1662, donde aparece el toponímico: “Nayana”; y en la misma obra mencionada, el mapa número 77, datado en 1778, donde señala la zona con el nombre de: “Janavana”; y además, en otra carta titulada “Carte de L´ Isle de Cuba et des Isles Lucayes”, de Mentelle et Chaulaire, aparece nuestra zona objeto de estudio con el nombre de: Wolavana”, datado este mapa entre 1797-1801. (30)
En un libro, el último que hemos consultado, ubicado en la biblioteca del centro de documentación de la embajada de España, se dice que la Villa primigenia de San Cristóbal de La Habana estuvo “(…) en su primer asentamiento en la costa sur, junto al río Onicaginal, Mayabeque o Guines. (…)”. (31)

El análisis de las referencias históricas, escritas o representadas cartográficamente acerca de la ubicación geográfica originaria de la que se conoce como la primigenia Villa de San Cristóbal de La Habana, bicada en la costa sur, permitió establecer de forma aproximada su posición espacial, la cual, según los historiadores y cronistas estaba ubicada:
-sobre o cerca de la costa sur de la actual provincia de La Habana;
-al norte de las zonas bajas de dicha costa;
-al este de Batabanó;
-al norte de Punta Mora y de la punta de la Península de Zapata, (Punta Gorda);
-al sur de la Loma de Candela;
-en la llanura fértil y ancha sobre el actual río Mayabeque, y cercano a las riveras de este.
Estas referencias dan la posición aproximada de San Cristóbal, la cual se puede ubicar entre las coordenadas geográficas de 22 ° 43´ y 22° 51´ de LN, -latitud norte-, en la franja limitada más o menos entre los 81° 58´ y 82° 12´ LW, -longitud oeste-, lo que se deduce a partir del análisis geográfico de la zona y las referencias señaladas. En este sentido se deben destacar algunos datos de interés:
-Diego Blázquez indica que la Villa se encuentra sobre el río, lo cual hace pensar que la misma se encontraba al norte del actual Mayabeque. Los mapas más antiguos y los más recientes reflejan un solo tramo en que el río mencionado corre aproximadamente del noreste al suroeste, y es precisamente el de la zona señalada con anterioridad.
-La llanura ancha y fértil que se menciona en reiteradas ocasiones no puede ser otra que la enmarcada entre la curva de nivel de los 80 metros, y el norte de los territorios bajos de la costa sur, en la región Batabanó-Guines. Además, se indica que dicha llanura, en la cual se fundó la Villa, se localizaba sobre el río.
-En todos los mapas antiguos consultados en los que aparece representada la Villa, ésta se sitúa al norte de Punta Mora y de la Península de Zapata, nunca a orillas de la costa y en una llanura rodeada de elevaciones.
Conocida entonces la posición aproximada del asentamiento de San Cristóbal, su posición más exacta se logró mediante intersecciones de arcos cuyos radios-distancias se tomaron a partir de distintas fuentes, las cuales señalan que dicha Villa se encontraba a:
-8 leguas de Jaruco o de Boca de Jaruco;
-6 leguas de Batabanó;
-12 leguas de La Habana;
-2,5 leguas de la Playa del Rosario, y aproximadamente a la misma distancia de la desembocadura del Río Mayabeque;
-12 leguas del Banco de los Jardines;
-2 leguas del Corral de Yamaraguas; y
-10-12 leguas de Matanzas.
Las leguas españolas fueron convertidas en kilómetros lineales; 1 legua es igual a 5,56 kilómetros. Las distancias en kilómetros fueron llevadas a la escala del mapa topográfico 1: 250,000.
De acuerdo con las referencias consultadas sobre el trazado de los caminos o rutas en los mapas antiguos, se plotearon las distancias señaladas, y éstas mostraron puntos georreferenciados. Las distancias entre estos últimos y los puntos orígenes se tomaron como radio-distancias de los arcos de intersección. En otros casos, como es el de la referencia de la distancia existente desde el Banco de los Jardines a la Villa, se tomó ésta directamente como radio del arco de intersección.
Al trazar los arcos señalados, se obtuvo una agrupación de puntos de intersección en la región enmarcada entre las coordenadas geográficas 22° 42´ y 22° 48´ de latitud norte (LN), y 82° 03´ y 82° 08 ´ de longitud oeste (LW), con un centro de intersección aproximado, situado cercano a Aranguito.
La ubicación obtenida situó por lo tanto, en un primer momento, como lugar más probable del asentamiento de la Villa de San Cristóbal, la región enmarcada en la circunferencia de radio igual a 4 kilómetros, con su centro en la localidad de Aranguito-Guajenes, lo cual se acerca a la zona que concuerda con la mayoría de las referencias históricas. (Ver mapa.)
Como dato curioso podemos citar que indudablemente una vía, camino o ruta muy empleada en el traslado de los antiguos habitantes de San Cristóbal hacia la nueva ciudad de La Habana y viceversa, seguía la trayectoria oeste de Habana-Jesús del Monte-Calvario-Managua-Nazareno-Santo Domingo-Melena-San Cristóbal. Si se mide la distancia sobre el mapa siguiendo ese mismo camino, resulta que a las doce leguas de La Habana, -distancia a la que afirman se encontraba la Villa-, se localiza en estos momentos la zona que investigamos.
Una vez obtenida la zona más probable del asentamiento que buscamos, se solicitaron las fotografías aéreas de la región, y se seleccionaron las fotografías del año 1957, a escala aproximada de 1: 60,000, teniendo en cuenta que son las más antiguas. Mediante las mismas, se observó estereoscópicamente el terreno de toda la zona señalada y las áreas circundantes o adyacentes, pero sin poder observar vestigio alguno de carácter arqueológico en general, como rastros de construcciones u otros, debido seguramente a lo efímero de la existencia de la Villa objeto de estudio, la ausencia de construcciones perdurable en la misma, y al uso intensivo durante muchos años del suelo de esta fértil llanura en función de las ramas agropecuarias, y otros factores más. (A todo lo cual puede agregarse el salvajismo cometido, orientado en 1823 por el Capitán General y Gobernador de la Isla de Cuba Francisco Dionisio Vives, que afectó a toda esa zona sureña costera, hechos que relataremos brevemente en las conclusiones de este mismo trabajo investigativo.)
En la zona cercana sureña, ubicada entre el triángulo de tierra, delimitada por los sitios nombrados como La Riva y Ojo de Agua, y La Teresa, notamos una especie de alteración, anomalía o deformación en el área de terreno en forma de plato. Más cercanos aún a La Teresa, durante dos expediciones, recorrimos el entorno, realizamos cálculos e investigaciones, discusiones y análisis colectivos, así como mediciones de radioestesia con variados mecanismos, y excavaciones que nos ha llevado a cuasi determinar que es esa la zona más cercana y probable de la existencia de la muy buscada y controvertida Villa.
Se deduce que es necesario realizar una búsqueda arqueológica in situ de forma detallada en la zona señalada como de mayor probabilidad de existencia del asentamiento.
Los objetos encontrados en las expediciones realizadas, como es ético entre colegas e instituciones afines, los entregamos para su estudio y conservación a los compañeros del museo municipal de Melena del Sur; entre los mismos había un percutor aborigen, fragmentos de cerámica mayólica y de otros tipos, cristales variados de vasijas y útiles domésticos, clavos de la época colonial, etc. (Puede constatarse mediante fotos, y un mapa, publicados en un trabajo del periódico “el habanero”, en su página 3, del 30 de enero de 1996.)

CONCLUSIONES.

Los resultados de la presente investigación histórica-geográfica es un nuevo intento por definir con la mayor exactitud posible la ubicación espacial del primer asentamiento de la capital del país, lo que a todas luces significaría un aporte sustancial al patrimonio cultural de la nación, y un motivo de regocijo y sano orgullo para los actuales pobladores de la municipalidad donde, al fin y al cabo, resulte el hallazgo arqueológico que verifique la hipótesis aquí planteada.
No es menor la importancia que revestiría la ubicación exacta de la primigenia Villa para el caso del desarrollo turístico-cultural de la región privilegiada con y por su asentamiento.
No hay duda que estamos trabajando en la zona donde estuvo la Villa sureña entre 1514-15 a 1519.
Mucho que nos sirvió el caudal de datos aislados que fueron brindados por los muy diversos autores que hemos expuesto; así mismo debemos patentizar que de mucha ayuda nos sirvió la Carta Geotopográfica de la Isla de Cuba de Dn. Esteban Pichardo, datado desde 1860, así como los del Instituto Cubano de Geodesia y Cartografía, (I.C.G.C.).
En el territorio que nos ocupa, las propiedades de terrenos más antiguas, -acorde con las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana-, son las siguientes: el hato Mayabeque y el corral San Pedro de Mayabeque fueron mercedados en 1559; el corral Yamaraguas, y el de La Bija o Rija en 1569; el corral Rosario o Belén en 1587; y el de Güines en 1598; desde 1519, con el traslado de San Cristóbal de La Habana al norte, iban dispersándose los habitantes y quedando cada vez menos personas avecindadas.
Como en aquella época no había precisión en las medidas, los autores utilizamos todos los sitios georeferenciados en la muy amplia documentación bibliográfica existente, y rastrearon los entornos de la zona; se concluyó que entre los terrenos del batey que alberga las ruinas del histórico ingenio colonial La Teresa, el batey Ojo de Agua y La Riva, y como punto notable el asiento Cayo de la Ceiba y el centro del hato San Pedro de Mayabeque , se encuentra la pequeña área de tierra que albergó y sirvió de sede a la primigenia Villa de San Cristóbal de La Habana en el sur, privilegio que ostenta el municipio de Melena del Sur.
La zona fértil, trabajada intensamente en función de la agricultura, sobre todo arroz y caña de azúcar, y la selvicultura, y por ende con las capas del suelo y el subsuelo muy alteradas, han mantenido al sitio y a los valores que atesora, muy secretivamente escondidos.
No obviemos que en 1823, el Gobernador y Capitán General de la Isla, Francisco Dionisio Vives, orientó medidas y acciones en el territorio, que provocaron que se alterara críticamente la línea costera, la superficie del terreno, la hidrografía, la ecología y el medio ambiente de toda la zona comprendida entre Mayabeque, El Rosario (Belén) y Caimito, al determinar cerrar las bocas o desembocaduras de los ríos comprendidos en ese territorio. Los ríos, se reconoce, eran profundos y navegables hacia el interior, cosa que realmente corroboramos en el terreno al efectuar el estudio y análisis de su paleoacauce. (32)
En su libro “Rectificaciones Históricas”, el historiador Manuel Pérez Beato brindó la lista de los primeros habitantes de San Cristóbal de La Habana en el sur, así como de los primeros avecindados al norte; en una comisión de trabajo del V Encuentro de Geógrafos de América Latina y el Caribe celebrado en el Palacio de las Convenciones de la capital cubana entre los días 31 de julio y el 5 de agosto de 1195, la delegación de Brasil sugirió a estos autores, la búsqueda de los apellidos de aquellos conquistadores y colonizadores asentados primigeniamente, para constatar la supervivencia de los apellidos de las familias actuales y en la toponimia de la zona objeto de estudio y los entornos cercanos. Grata sorpresa nos brindó este aspecto o vertiente de la investigación, al encontrar los siguientes gentilicios apelativos: Velázquez, Mejías, Rojas, Melena, Julián, Alvarez o Álvarez, Angulo, Ávila, Ayala, Bazán, Borroto, Caro, Castañeda, Cantelar o Castelar, Cepero, Cuba, Flores, Gómez, González, Hernández, Herrera, Ledesma, Lovera o Llovera, Maldonado, Martel, Martín, Martínez, Nieto, Pacheco, Pérez, Pineda, Quesada, Ramírez, Reina, Rodríguez, Sánchez, Soria, Sosa, Soto, de la Torre, Vargas, Villaroel o Villareal, y Zamora. (Entre otros, agradecemos la colaboración de las oficinas municipales del Carnet de Identidad y Registro de Población, de los municipios de Melena del Sur y Guines.)

CITAS Y NOTAS.

(1) Castellanos, G. (1938): Revista “Cúspide”.
(2) Academia de la Historia (1903): Papeles existentes en el Archivo General de Indias, La Habana, Tomo I, pp. 118-123.
(3) Portuondo, F. (1986): Estudios de Historia de Cuba, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, p. 28
Pichardo, H. (1986): Fundación de las primeras villas de la Isla de Cuba, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, p.23
(4) Libro de Beato, “Habana antigua”, 1936
(5) Guerra, R. (1971): Manual de Historia de Cuba, La Habana,, Instituto Cubano del Libro, p. 31
(6) “El Ayuntamiento de La Habana. Noviembre 16 de 1519-noviembre 16 de 1919”; Imprenta Leoane, Compostela 121, La Habana, 1919, pp. 11-12, 14-20.
(7) “Las Playas del Mayabeque. Primitivo emplazamiento de la Villa San Cristóbal de La Habana”, 1937.
(8) Le Riverand, J. (1960): La Habana. Biografía de una provincia”, p. 16
(9) Bartolomé de Las Casas, (1927): Historia de las Indias, Editorial M. Aguilar, Cap. XXXI, tomo II, p. 492
(10) En su obra “Llave del Nuevo Mundo”, p. 28
(11) Humboldt, A. (1829): “Personal Narrative of Travels to the Equinoccial Regions of the New Continent during the years 1799-1804, London.
(12) Sandalio de Noda, T. (1808-1866), también escribió esta cita textual, la que se supone haya sido tomada de José Martín Félix de Arrate y Acosta (1701-1765)
(13) Esta cita es reutilizada en la “Cronología Sumaria de la Historia de Güines”; trabajo mimeografiado de recopilación de datos dispersos, realizado por Antonio Hernández y Alfredo Mederos.
(14) Recordemos que Arrate dijo que en 1761 el sitio Yamaraguas, en la barriada Sur de Guines, era conocido por San Cristóbal.
(15) Cabrera, R. (1938): Revista “Cúspide”, octubre, p. 64
(16) Guerra, R. (1974): “Mudos Testigos”, Ciencias Sociales, La Habana, p. 33
(17) Idem. (8) p.7 y 14
(18) En el expediente “Localización del asentamiento primitivo de la Ciudad de La Habana en la Costa Sur”, documento cuyo original se atesora en Guines; 1868- 1973.
(19) El destacado y enciclopédico erudito plasmó en su serio trabajo “San Cristóbal de La Habana. Fundación y Mudanzas”, en un párrafo en el que le responde a César García del Pino.
(20) Castellanos, G. (1948): “Relicario Histórico”, Editorial Selecta; La Habana,
1948, p. 72
(21) Pichardo, H. (1986): La Fundación de las Primeras Villas de la Isla de Cuba, La Habana, Ciencias Sociales, pp. 41-50
(22) Echevarría, A. (1947): Guines, la ciudad Mayabequina, p. 11
(23) Idem. p. 24
(24) Cuesta, V. (1923): Apuntes para la Historia de Güines”, “El Demócrata”, pp. 13-20
(25) Idem. (24) p. 15
(26) Idem. (24) p. 19
(27) Idem. (24) p. 20
(28) Idem. (18)
(29) Leal, E. (1988): La Habana, ciudad antigua”, Letras Cubanas, La Habana; pp. 8-9
(30) Núñez Jiménez, Antonio. (1980): Mapas antiguos de Cuba, La Habana.
(31) Cornide, María Teresa. “De La Habana, de siglos y de familias”. (Libro
ubicado en la Biblioteca de la embajada de España en Cuba, codificado como
“972.91 COR hav”, en la página 18.
(32) González González, Abilio. “Desastre ecológico en la cuenca del Mayabeque provocado por las autoridades coloniales del siglo XIX”, investigación a la que sirvió de base documentos de las Actas Capitulares del Ayuntamiento de Güines.

MAPAS CONSULTADOS.

De Francisco o Fernando Berteli (1560-66).
De Paolo Forlano (1564).
De Matheum Nerenium Pessiolem (1604).
Mercatorius (1606)
Hondius (1607 y 1631).
Bertoldo Cecelli…
“Generaele Kaent von West Indies” (1662).
América, (1660).
América General, mapa • 77 (1778), en tomo I de “Cartografía y relaciones históricas de Ultramar”.
Carte de L´ Isle de Cuba et Isles Lucayes por Mentelle et Chanlaire, (1797-1801).
Carta topográfica de la Isla de Cuba por orden del gobernador Vives, (1824-1831).
Esteban Pichardo (1860-1872).

LISTADO DE PERSONAJES VINCULADOS A LOS HECHOS, Y DE AUTORES QUE SE HAN REFERIDO AL TEMA:

Cristóbal Colón………………………………… (¿1451?-1506)
Diego Velázquez……………………………… (1465-1524)
Pánfilo de Narváez…………………………… (¿1470?-1528)
Bartolomé de Las Casas……………………… (1474-1566)
Francisco de Montejo (padre)…………………(¿1479?-1548)
Hernán Cortés………………………………… (1485-1547)
Pedro de Alvarado……………………………. (1486-1541)
Bernal Díaz del Castillo……………………… (1492-¿1581?)
Francisco López de Gómara…………………. (¿1512-1572?)
Antonio de Herrera Tordesillas……………… (1559-1625)
Antonio de Solís Ribadeneyra……………… (1610-1686)
Agustín Morell de Santa Cruz……………… (1694-1768)
José Martín Félix de Arrate y Acosta………….. (1701-1765)
Ignacio José de Urrutia y Montoya……………...(1735-1795)
Francisco de Arango y Parreño………………….(1765-1837)
Antonio J. Valdés………………………………... (1780-1850)
Alejandro de Humboldt…………………………. (1789-1859)
Ramón de la Sagra………………………………. (1798-1871)
Tranquilino Sandalio de Noda………………… (1808-1866)
John Wurdemann……………………………….. (1810-1849)
Jacobo de la Pezuela y Lobo…………………….(1811-1882)
Antonio Bachiller y Morales……………………. .(1812-1889)
José María de la Torre…………………………… (1815-1873)
Francisco Calcagno Monzón……………………..(1827-1903)
Raimundo Cabrera Bosch……………………… (1852-1923)
Valentín Cuesta Rendueles…………………….. (1857-1924)
Gerardo Castellanos……………………………. (1879-1956)
Ramiro Guerra…………………………………… (1880-1970)
Néstor Carbonell Rivero………………………… (1883-1966)
Juan A. Cosculluela Barrera…………………….. (1884-1950)
Emilio Roig de Leuschenring…………………….. (1889-1964)
Emeterio S. Santovenia E………………………… (1889-1968)
Fernando Portuondo del Prado……………………(1903-1975)

OTROS AUTORES:

Irene Wright
Manuel Pérez Beato
Gregorio Delgado Fernández
José Alonso Novo
José M. Bens y Arrarte
Genaro Artiles
R. Alicia Echevarría Otero
Hortensia Pichardo Viñals
Antonio Núñez Jiménez
César García del Pino
Manuel Rivero de la Calle
Antonio M. Tristá
Sergio Valdés Bernal
Julio Le Riverand
Eusebio Leal Spengler
María Teresa Cornide

1 comentario

Alexis Labrada -

Es un estudio muy interesante que merece ser continuado en busca de evidencias arqueológicas sólidas. Yo apostaría por el centro del Hato San Pedro de Mayabeque, muy cerca de La Riva y el Ojo de Agua (la importancia de este es obvia para el abastecimiento de las naves). El Hato fue mercedado en 1559 a Bartolomé Cepero (uno de los fundadores de la original San Cristobal ¿o a su hijo Bartolomé Cepero y Nieto?) En cualquier caso seguramente conocedores del sitio exacto del "Pueblo Viejo" al que seguramente elegirían como centro para el trazado circular del hato.