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Dos caras en la disyuntiva de la Globalización de la Cultura.

Por Lic. Abilio González González (Investigador)
“La gente está preocupada por las consecuencias que puede tener la globalización sobre el medio ambiente, la salud animal, la salud, las normas sociales y la diversidad cultural. Hay que encontrar soluciones a estas dificultades…”

Pascal Lamy, Comisario europeo responsable de Comercio. (Tomado de “La Globalización en beneficio de todos”.)

En nada resulta similar la globalización neoliberal que la globalización para la integración. La primera significa desorden caótico saturado de disparidad, injusticia y atraso, irrespeto y desigualdad, mientras la segunda, para la integración desarrolladora conlleva igualdad de intereses y oportunidades, justicia, progreso y respeto.

Como el alud agresivo del proceso de colonización realizado por las potencias de entonces, la globalización en general se nos encima como genuina avalancha, y no como el noble y pacífico sueño de generalizar el esperanto.
El hombre, como ser social y portador de conciencia, en su devenir histórico hasta la actualidad ha emanado y discernido conceptos tales como democracia, igualdad, fraternidad, libertad, y hoy ubica como cabecera de virtudes a la tolerancia, aceptando formas atípicas, extravagantes o estrafalarias, y hasta contrarias a los hábitos conductuales tradicionales. Lo más moderno y novedoso, con el desarrollo de la evolución se ha ido imponiendo.

Esto trae ventajas y contratiempos, amplitudes y estrecheces, y nos ubica en alternativas entre el individuo y la sociedad, entre gusto y deber, libertad y liberalismo, permisibilidad y caprichos, arbitrariedades e imposiciones. Hay claroscuros de pérdidas y ganancias que suelen confundirse, por lo que sociológicamente se presenta a la luz pública una golpeante polémica con multifacéticos resultados y contradicciones aleatorias.
El proceso acelerado de la contemporaneidad, la llamada globalización, mundialización o internacionalización, nos ubica a todos en un reto alternativo, y en disyuntiva que nos presenta dos caras. Al fenómeno hay que inevitablemente enfrentarlo, sabiendo de antemano que dicho objeto de estudio es ineludible y real, nos guste o no, pues es un hecho que nos toca a todos estemos donde estemos.

Cara a cara es imprescindible lograr obtener un justo y armonioso equilibrio con planes de acción serenos, estudiados e inteligentes.

Es incalculable la importancia de conocer y profundizar en el ego individual de cada ser vinculado con lo social, sus derechos y la libertad, la comunicación como proceso sociocultural con emisores y receptores, la tolerancia y la aceptación o no del mensaje, la universalización y sus ventajas y desventajas, y como enfrentarlas.

Este fantasma, que involucra con participación activa y sin excepciones tanto a ricos como a pobres, interactúa en la economía y las diversas facetas y esferas de la vida, y por supuesto, en todos los ámbitos de la cultura, transformando toda la estructura mundial, impregnando ante la mirada de nuestras escrutadoras pupilas de los ojos, una gran perplejidad.

En un mundo cada vez más interdependiente, con amplio flujo comunicacional, el intercambio se extiende a todo su ancho y largo en la misma medida en que las naciones se van uniendo bilateralmente o en bloques para estrechar sus relaciones múltiples y mutuas.

A los países en vías de desarrollo se les dificulta aprovechar sus beneficios, y sigue siendo resultante de una efectiva necesidad, y si se les brindara las posibilidades del crecimiento que tanto añoran, otra sería la realidad. Es por ello que se hace necesaria una igualdad sin condiciones ni obstáculos, sin injusticias, y con equidad transparente.


Al existir diferencias y desiguales niveles de desarrollo, si no se controla la
competencia, aumentarían las brechas existentes y se incrementarían los efectos perjudiciales y negativos que marginan aún más a los débiles y desfavorecidos.

Los beneficios deben ser aprovechados por todos, y deben tomarse decisiones para solucionar las deficiencias y diferencias reales, para que entre otras cosas sea bien defendida la diversidad cultural, y sobre todo la nuestra como arma y escudo de la nación.

El Ego del Ser Social y la Libertad.
Toda criatura humana es en primer término un ser con un yo que se forma en la interacción social y constituye un ente individual con su psicología distinta e irrepetible, en contacto con un medio o entorno inmerso en un marco cultural.
Pedirle a las personas cosas que contrarían su propia esencia natural, generalmente no proporciona resultados satisfactorios porque el rasgo más notable e inquietante que distingue a las personas del resto de las criaturas de este planeta es la fuerte presencia de una conciencia con un yo individual que domina nuestros actos, que demanda insaciable e incansable, y nos obliga a construir una imagen íntima de nosotros mismos, y a proyectarla entre la multitud de los otros yo que nos rodean y que se resisten a la uniformidad, tratando de no afectar al colectivo.

En actos de tanteo y error, escogemos lo que creemos que nos conviene ofrecer o aceptar y poder tomar decisiones sin interferencias en los diversos ámbitos concebibles, perfilando así nuestra individualidad infatigable que interiormente nos urge e impulsa a actuar; sus decisiones escapan a cualquier formulación esquemática que nos perturbe.

La aventura del ser es bregar y perseguir continuamente al futuro del horizonte, que se desplaza junto a él como una sombra, sometiéndose a presiones interiores que en el goce de su libertad se complace de su agobiante tensión, con su yo cargado de información que luego se traduce en acción; sus ideas traen consecuencias.
Una sociedad libre no debe parir monstruos agresivos ni peligrosos, sino que es más probable que los aborte durante el proceso de gestación; esta sociedad es capaz de aceptar la tolerancia a las individualidades que aunque sean muy creativas o liberales, no atenten contra las libertades y la seguridad colectiva.

La libertad no es otra cosa que la posibilidad de tomar la mayor cantidad de
determinaciones posibles, con el convencimiento pleno de dominar en verdad la ciencia y la técnica para controlar los fenómenos naturales y sociales, acorde con nuestros credos, conveniencias y necesidades para una satisfacción personal y una mayor conciencia y sensación de haber cumplido con nuestra propia naturaleza, y en la secretividad del ego, querer saber si pudiéramos ser diferentes, tranquilizándonos con el hecho de que respetando las estipulaciones comunitarias, la colectividad debe respetuosamente ser tolerante con nuestras individualidades.

Nuestra sociedad civil en su estado de derechos no apela a una Humanidad en abstracto ni olvida a los individuos concretos; nuestro sistema democrático es y conlleva una metodología objetiva y racional que organiza colectivamente las decisiones de las individualidades, así como debe ser.

La libertad antecede a la prosperidad del desarrollo individual y colectivo que
repercutirá en el crecimiento de un desarrollo sostenido, y por el contrario, si la
incertidumbre anidara en nuestros corazones, el futuro se haría de forma aleatoria, azarosa, no encontraríamos la verdad y nos robotizaríamos .

La Comunicación Sociocultural y la Tolerancia.
Nuestra era tecnológica átomonuclear ha traído un increíble e inabarcable tesoro de investigaciones, innovaciones y descubrimientos que han causado una genuina revolución que nunca se sospechó; las fibras ópticas, satélites, artefactos digitales, la biogenética, chips de silicio y la computación, los rayos láser, internet… han creado ilimitadas posibilidades a un futuro inconmensurable. En pocas décadas se ha alcanzado más desarrollo acelerado que el que se logró durante el curso de múltiples siglos.
La comunicación es ilimitada, insospechable, y sin fronteras.
En una sociedad tolerante, todos aceptan, o al menos deben aceptar, la premisa básica de que vivimos en una sociedad abierta y expuesta al peligro de los excesos.

Propagar la carga informativa de las ideas correctas, los conceptos nobles, los valores más útiles y los principios sociales, nos hará más ricos, pacíficos y felices.

Si no somos capaces de elaborar planes de acción conjuntos que conjuguen lo individual con lo social, llegaremos a la melancólica conclusión de que entonces ya no es posible medir niveles de sabiduría, sino los grados de incapacidad, ineficiencia e ignorancia que padecemos.

Ante el furor burlón o inquisitorial, lo más seguro y menos riesgoso es impedir tantas prohibiciones, y aprender a vivir en una sociedad tolerante, en que se respete la individualidad y lo colectivo, confiados de que en ese clima, a veces áspero de la disensión y la variedad, surge el mejor antídoto contra las represiones, porque se vive bajo la autoridad de la verdad y la razón; hay que adiestrar a la sociedad para que sepa y pueda vivir en medio de opiniones, e instruir, educar y formar en medio del seno fundamental de la sociedad: la familia, así como de las instituciones de enseñanza, organizaciones, radio y televisión educativa, y el resto de los medios de comunicación, incluyendo periódicos, revistas y libros, y por supuesto, de las amplias vías que nos ofrece la computación; constituye un acto mayor de irresponsabilidad el hecho de no
hacerlo.

Una Encrucijada: ¿Tolerancia de la Libertad o del Liberalismo Cultural ?
Elucubramos con los pensamientos y sentimientos emanados de nuestros cerebros tratando de buscar epítetos y conceptualizar el proceso que en la cultura está ocurriendo: inculturización, subculturización, infraculturización, supraculturización…, o sencillamente archiculturización o culturización; pero no bastan esos sustantivos ni las interrogantes para poder conocer con certeza en donde estamos y hacia donde vamos.
Varios son los adjetivos del fenómeno acorde con el prisma que se vea, observe, estudie e investigue; para unos, la globalización cultural es demencial, negativa, en detrimento, y nos lleva a la barbarie atropelladora, minimizante y alienante; hay quienes están apáticos, indiferentes y neutrales; y para otros es y significa lo máximo y supremo, y la excelencia enriquecedora del desarrollo y la civilización que no es pobre ni embrutece.

Ante la fuerza golpeante del avance de nuestro objeto de estudio, es preocupante lo real de su actualidad.

La cultura es el acervo de todo lo espiritual y material que ha credo y crea el hombre para su goce o disfrute, ya sea para bien o para mal acorde con el prisma en que lo lleve a la praxis, con su enramado de costumbres y tradiciones al que se apegue y enaltezca.

El toma y daca de la cultura contemporánea, con ostentación de bazofias enriquecedoras y miserables riquezas, nos ubica en una encrucijada real: ¿recibir o rechazar?. Las variantes shakesperianas de ser o no ser, son las interrogantes ante la lujuria que hoy contemplamos.

Esta realidad nos compromete y aporta gran disyuntiva ante la impetuosidad dialéctica del devenir histórico que ni olvida ni obvia la golpeante evolución que descuella en forma arrolladora movida por el universo de la computación intermediática digitalizada, en el torbellino tormentoso de la información, con pujos y repujos, forjas y reforjas, flujos y reflujos, golpes y caricias.

Cada localidad, territorio o región, y cada nación, se muestran y retuercen ufanos, orgullosas y envanecidas con su idiosincrasia de raíces patrimoniales de su cultura, pero hoy todos se esfuerzan, gimen, ríen, luchan, emulan y lloran ante la golpeante realidad inexorable de las corrientes atípicas y foráneas que fluyen desde muy disímiles y diversos ámbitos del orbe.


Todas las manifestaciones artístico-culturales se enriquecen con todo lo extranjerizante que desde todas las aristas nos penetran, y en lo fundamental ocurre relevo o fusión de cimientos y valores tradicionales; se produce así una verdadera hecatombe, choque, colisión o encontronazo, más profundos, incluso que el desencadenado en 1492 cuando ocurrió el llamado mutuo descubrimiento de dos culturas.

¿Cómo conciliar lo formal con la gran liberalidad ?, ¿cómo entenderse lo conservador con lo airado y “salvaje” ?, ¿ cómo concebir, unir y mezclar el blanco mármol conformado con el osado e imprudente mercurio o azoque ?. Ese ajiaco que parecía imposible se mueve, se cocina y es real.

Ante nuestros escrutadores ojos preocupados y bien abiertos, imperturbable, está ocurriendo una agria mezcolanza de rebelde e indoblegable revolución cultural genuina que impetuosamente se impone y todo lo ordena o desordena.
Nuevos patrones y valores se difunden incontrolables con el uso y abuso del sexo, la violencia y las drogas, el caos de nuevos colores con horizontes en el acontecer rompiendo dogmas y reglas establecidas durante y a través de siglos, y este proceso acelerado acontece en solo pocos años de nuestros tiempos actuales: modales novedosos exhiben zonas umbilicales, montes de Venus al desnudo, trazos de tatuajes en todas las zonas corpóreas, los compases de músicas estridentes y galopantes con malas letras y palabras soeces y provocativas que espetan fácilmente vocabularios groseros, con pelucas pintorreteadas y cabelleras tijereteadas, travestís, proliferación de punzantes aretes y argollas, pulsos y collares por doquier, modas al unísono para ambos sexos, con gustos y sentimientos extraños, nudismo al máximo esplendor…

¡Genuina lujuria del snobismo!

Es necesario disfrutar, pero equilibrar las posibles y reales libertades, pero controlar y hasta evitar el relajado liberalismo; es imprescindible ubicar certeramente el fiel, se impone, de la justa balanza entre lo raro y lo normal, entre lo golpeante y la alienación enajenante y lo común tradicional, entre lo decididamente añejo y lo novedoso, entre lo que entiende y lo que no perdona, entre lo que enaltece y lo que resulta misérrimo, entre lo que duele y lo que acaricia, y buscar armónicamente lo que soluciona, complace y ennoblece y no desgarra, sin obviar los valores humanísticos, en la justeza de lo que
se hace estéticamente, pero en correspondencia con la ética, conjugando libertad individual con necesidades e intereses colectivos o sociales.

En realidad, todo lo bueno de la escala de valores, venga de donde venga, nos sana y engrandece, pero perfilemos y reafirmemos nuestros patrones conductuales que nos proporcionan orgullo y sapiencia, y atesoremos, dándole bienvenida a los que nos enriquecen; a lo malo, engendremos el rechazo con valentía y decisión, pero preservando nuestra identidad cultural. Si no accionamos a tiempo, las culturas de nuestra actualidad pasarán a ser, si acaso, vitrinas o pasivos muestrarios de museos que se exhibirán en el futuro como meros souvenires.

La globalización presenta pérdidas y ganancias, es toma y daca, es basurero y tesoro fruto del desequilibrio que a la fuerza empuja al mundo, cada vez con más ansia de unipolaridad que anhela imponer el hegemonismo del descabellado primer mundo desarrollado con sus potencias, estando a la cabeza la más reaccionaria y prepotente; Estados Unidos pretende falsear la historia con sus seudoconceptos de civilización y lucha contra el terrorismo, maquillaje que en realidad es producto del desbalance, desequilibrio y la disparidad. Sus mareas empujan a la falsa ilusión de “libertad”, que constituye la que tratan de imponer con desorden y anarquía neoliberal, que no son más que los estertores de la decadencia del imperio, ya con rasgos y caracteres fascistas con visos de la supuesta cultura que demuestra real decadencia.

Irremediablemente, la globalización está llegando en un momento en que por
conveniencia, el imperialismo desea imponer sus reglas y normas, impidiendo su cauce normal, inhibiendo las libertades, y forzando como válvula de escape su anacrónica política.

El proceso, con el desarrollo de la civilización en toda la humanidad es imparable como necesidad y deseo de los hombres.

En nombre de millones de personas hambreadas que claman a Dios y a la piedad, y que subsisten en onerosas condiciones infrahumanas luchando por un exiguo mendrugo de pan, y sufren de insalubridad, analfabetismo y otros males propios del subdesarrollo, es imprescindible y se impone luchar con justicia por un mundo mejor, e inclinar la balanza a su favor; sus ricas culturas autóctonas deben salvaguardarse con armonía, y tener celo y cuidado por preservar ese caudal gigante de sus valores; constituye tarea priorizada y vital reflexionar sobre esta problemática global que conlleva a acuciantes
soluciones. ¡Mucho ojo!

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