Los días que vivimos
Por Andy Duardo Martín
Los días se precipitan como espoleados por los hechos que se suscitan. Los habitantes del sureste habanero y de toda Cuba hemos permanecido al tanto de acontecimientos que marcan nuestros destinos, una puerta que se abre para anunciarnos que asumiremos el comienzo del noveno año del tercer milenio con mucho por hacer dadas las circunstancias.
El huracán Paloma alzó su vuelo hacia el Atlántico dejando huellas profundas en Camagüey y otras provincias del oriente del país. Las grietas que sobre la infraestructura y la economía de esa región habían dejado Gustav y Ike se ensanchan, mientras el resto del archipiélago se apresura a cumplir con las acciones de la recuperación.
Los daños a la agricultura, las viviendas y otros inmuebles de los sectores productivos y de los servicios reportan daños millonarios, cifra que se incrementará hasta el asombro cuando se cuantifiquen los perjuicios dejados por un huracán mal bautizado como Paloma.
Los cubanos sabemos como actuar para salir de situaciones como estas. Son cientos los organismos ciclónicos que nos han golpeado en los últimos 50 años y siempre el Estado y el pueblo han encontrado las vías para devolverle el rostro al país. En estos menesteres Cuba puede dar múltiples lecciones al mundo.
El tránsito de Gustav, Ike y Paloma por nuestra zona geográfica aconteció además en momentos en que las grandes potencias del mundo tratan de sostener las quebrantadas columnas de la economía de los Estados Unidos. La crisis es aguda y repercute en todas partes. Resulta más difícil entonces cualquier gestión para adentrarse en los vaivenes del mercado mundial.
Obviando el problema global la carrera por la silla presidencial de la Casa Blanca no escatimó en soporte financiero. Finalmente los estadounidenses decidieron en las urnas cambiar el tradicional color de la piel de sus mandatarios, quizás como acto esperanzador contra los profundos males que padece esa nación.
En su carrera hacia la presidencia Obama, el elegido, aseguró que favorecerá las relaciones entre los familiares cubanos que residen en Estados Unidos y en la Isla pero condicionó una y otra vez el definitivo levantamiento del bloqueo económico y financiero contra Cuba, a la más estricta usanza de sus antecesores.
Por eso en la situación actual, nosotros, los que vivimos en este archipiélago del Caribe, no podemos esperar que alguien venga a hacer algo por nosotros, tendremos lo que seamos capaces de hacer con nuestras propias manos.
Se hace imprescindible cumplir las medidas de excepción que ha orientado la agricultura a fin de garantizar la producción y distribución de alimentos de forma equitativa. Hay que cerrarle el paso a cualquier acción oportunista y especulativa. Es la hora de convertir la disciplina social, la solidaridad y la unidad que nos distingue en los cimientos de la recuperación. De momento así son y serán, los días que vivimos.
Los días se precipitan como espoleados por los hechos que se suscitan. Los habitantes del sureste habanero y de toda Cuba hemos permanecido al tanto de acontecimientos que marcan nuestros destinos, una puerta que se abre para anunciarnos que asumiremos el comienzo del noveno año del tercer milenio con mucho por hacer dadas las circunstancias.
El huracán Paloma alzó su vuelo hacia el Atlántico dejando huellas profundas en Camagüey y otras provincias del oriente del país. Las grietas que sobre la infraestructura y la economía de esa región habían dejado Gustav y Ike se ensanchan, mientras el resto del archipiélago se apresura a cumplir con las acciones de la recuperación.
Los daños a la agricultura, las viviendas y otros inmuebles de los sectores productivos y de los servicios reportan daños millonarios, cifra que se incrementará hasta el asombro cuando se cuantifiquen los perjuicios dejados por un huracán mal bautizado como Paloma.
Los cubanos sabemos como actuar para salir de situaciones como estas. Son cientos los organismos ciclónicos que nos han golpeado en los últimos 50 años y siempre el Estado y el pueblo han encontrado las vías para devolverle el rostro al país. En estos menesteres Cuba puede dar múltiples lecciones al mundo.
El tránsito de Gustav, Ike y Paloma por nuestra zona geográfica aconteció además en momentos en que las grandes potencias del mundo tratan de sostener las quebrantadas columnas de la economía de los Estados Unidos. La crisis es aguda y repercute en todas partes. Resulta más difícil entonces cualquier gestión para adentrarse en los vaivenes del mercado mundial.
Obviando el problema global la carrera por la silla presidencial de la Casa Blanca no escatimó en soporte financiero. Finalmente los estadounidenses decidieron en las urnas cambiar el tradicional color de la piel de sus mandatarios, quizás como acto esperanzador contra los profundos males que padece esa nación.
En su carrera hacia la presidencia Obama, el elegido, aseguró que favorecerá las relaciones entre los familiares cubanos que residen en Estados Unidos y en la Isla pero condicionó una y otra vez el definitivo levantamiento del bloqueo económico y financiero contra Cuba, a la más estricta usanza de sus antecesores.
Por eso en la situación actual, nosotros, los que vivimos en este archipiélago del Caribe, no podemos esperar que alguien venga a hacer algo por nosotros, tendremos lo que seamos capaces de hacer con nuestras propias manos.
Se hace imprescindible cumplir las medidas de excepción que ha orientado la agricultura a fin de garantizar la producción y distribución de alimentos de forma equitativa. Hay que cerrarle el paso a cualquier acción oportunista y especulativa. Es la hora de convertir la disciplina social, la solidaridad y la unidad que nos distingue en los cimientos de la recuperación. De momento así son y serán, los días que vivimos.
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