Cuba, eterna caravana de la libertad

Por Andy Duardo Martín

La emoción reinaba en toda la población aquel 8 de enero de mil 959. El pueblo habanero esperaba ansioso desde el amanecer la entrada de la Caravana de la Libertad, integrada por las tropas del Ejército Rebelde en marcha desde Oriente. Al frente de ella, un hombre convertido en líder indiscutible, el Comandante en Jefe Fidel Castro.

De nuestra provincia primero fue el municipio de Madruga, después el poblado de Catalina de Güines, ambos ubicados hacia el Este de la capital cubana. Las casas y edificios adornados con banderas cubanas y del 26 de Julio, la gente se lanzaba jubilosa a las calles, en espera del asaltante del Moncada, el expedicionario del Granma y combatiente de la Sierra Maestra.

En él confiaba la mayoría de los cubanos, junto a él, enarbolando el traje verde olivo también venían los que un día decidieron sumarse a la lucha contra la sangrienta tiranía y por la verdadera libertad de la Patria, al fin alcanzada.

Fue un día histórico. Al paso de la caravana cientos de voces, manos y puños en alto, imágenes que han quedado para siempre entre los que tuvieron la suerte de saludar aquella marcha triunfal.

Después llegarían los intensos minutos vividos en la capital cubana. La Habana era otra, renovada y firme. A su paso por las calles, la Caravana casi no podía avanzar. Niños, jóvenes, ancianos, hombres y mujeres del pueblo, todos querían saludar y abrazar a Fidel, a los comandantes y oficiales que le acompañaban, entre ellos al ya legendario Camilo Cienfuegos, al cual el jefe de la Revolución le tenía una gran confianza y afecto.

De aquellos momentos todos recordamos su discurso en Columbia, el mismo 8 de enero, y su histórica frase: "¿Voy bien, Camilo?", así como la paloma que se le posó en el hombro y no se le quitó de encima, presagio inédito que anunciaba el futuro de un país que supo construir su propia historia, su vocación por la paz.