Holden, guerrero del silencio
Por Andy Duardo Martín
Dicen que en el ajedrez los jugadores encuentran y capturan el infinito. Para Holden Hernández Carmenate los días como hoy poseen ese encanto particular que suele llegar como la más añorada de las conquistas. La presencia en el equipo varonil de Cuba a la próxima Olimpiada reconoce sus méritos.
Salí en su búsqueda. Transité una a una las mismas calles que Holden, desde muy temprana edad, caminaba presuroso hasta llegar a la Academia. Una vez allí deslizaba sus manos sobre las piezas, se aferraba al casillero, evadía la proximidad de la noche.
Sin penar mucho asegura que el ajedrez lo atrae definitivamente, es un juego que le gusta y que ya nadfie puede separarlo de él.
Su casa es hoy un tablero de palabras. De mover las piezas se encargan familiares y vecinos. Felicitaciones y saludos que agradece como quien realiza la aventura espacial más grande que se pueda concebir.
Un tratado de ajedrez en la Europa del siglo nueve da a los peones sutilezas increíbles: el peón de caballo-dama es labrador, el alfil-rey es tejedor. Así es la trayectoria de Holden en este dos mil ocho. Como buen labrador erigió el camino y comenzó a tejer sus propios sueños. La presencia en el Capablanca In Memoriam, en el Circuito Catalán y en el Campeonato Nacional dejó notorias huellas.
El ascenso a la tercera posición del ranquing cubano le abrió espacios necesarios. Desde entonces resta más tiempo al descanso. Una y otra vez se deja seducir por intrépidos caballos, sesgados alfiles, poderosas torres, llamativas figuras de estilizadas damas.
La mañana avanza y debo emprender el camino de regreso. La buena nueva sigue transformando la habitualidad del barrio. Amigos y vecinos siguen llegando. Holden retribuye con la sonrisa de sus 25 años y la premura de quien tiene muchas partidas por delante.
La Olimpiada se acerca. La ciudad Alemana de Dresde está a la vista. El Río Elba que caprichosamente la divide, los tantos y tantos puentes que la unen y su afamada Catedral, serán testigos de la actuación del joven debutante cubano. Para el todo ajedrecista debe pensar en llegar a una Olimpiada, en su caso se trata de una finalidad que ahora se hace realidad después de mucho tiempo.
Allí, entre afamados trebejistas y la aparente ventaja del cuarto tablero, se adentrará en la querella universal que significa lo antagónico. Volverá a hacer ciencia y arte, el justo atuendo que lo identifica como guerrero del silencio.
Dicen que en el ajedrez los jugadores encuentran y capturan el infinito. Para Holden Hernández Carmenate los días como hoy poseen ese encanto particular que suele llegar como la más añorada de las conquistas. La presencia en el equipo varonil de Cuba a la próxima Olimpiada reconoce sus méritos.
Salí en su búsqueda. Transité una a una las mismas calles que Holden, desde muy temprana edad, caminaba presuroso hasta llegar a la Academia. Una vez allí deslizaba sus manos sobre las piezas, se aferraba al casillero, evadía la proximidad de la noche.
Sin penar mucho asegura que el ajedrez lo atrae definitivamente, es un juego que le gusta y que ya nadfie puede separarlo de él.
Su casa es hoy un tablero de palabras. De mover las piezas se encargan familiares y vecinos. Felicitaciones y saludos que agradece como quien realiza la aventura espacial más grande que se pueda concebir.
Un tratado de ajedrez en la Europa del siglo nueve da a los peones sutilezas increíbles: el peón de caballo-dama es labrador, el alfil-rey es tejedor. Así es la trayectoria de Holden en este dos mil ocho. Como buen labrador erigió el camino y comenzó a tejer sus propios sueños. La presencia en el Capablanca In Memoriam, en el Circuito Catalán y en el Campeonato Nacional dejó notorias huellas.
El ascenso a la tercera posición del ranquing cubano le abrió espacios necesarios. Desde entonces resta más tiempo al descanso. Una y otra vez se deja seducir por intrépidos caballos, sesgados alfiles, poderosas torres, llamativas figuras de estilizadas damas.
La mañana avanza y debo emprender el camino de regreso. La buena nueva sigue transformando la habitualidad del barrio. Amigos y vecinos siguen llegando. Holden retribuye con la sonrisa de sus 25 años y la premura de quien tiene muchas partidas por delante.
La Olimpiada se acerca. La ciudad Alemana de Dresde está a la vista. El Río Elba que caprichosamente la divide, los tantos y tantos puentes que la unen y su afamada Catedral, serán testigos de la actuación del joven debutante cubano. Para el todo ajedrecista debe pensar en llegar a una Olimpiada, en su caso se trata de una finalidad que ahora se hace realidad después de mucho tiempo.
Allí, entre afamados trebejistas y la aparente ventaja del cuarto tablero, se adentrará en la querella universal que significa lo antagónico. Volverá a hacer ciencia y arte, el justo atuendo que lo identifica como guerrero del silencio.
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