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El pueblo armado luchó en Girón por el socialismo

Por Clara Emma Chávez Álvarez

La convicción es lo que hace mártires (...) nadie se hace mártir simplemente porque espere un premio, o porque tema un castigo (...) nadie se comporta heroicamente por eso...
Fidel Castro

La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida, sentenció José Martí, y así lo han demostrado desde los primeros habitantes de la Isla que se opusieron al poder conquistador, hasta los cubanos de hoy que enfrentan las apetencias del imperio norteño.

Los hombres que murieron en Girón no fueron una excepción. Estudiar sus vidas no solo significa adentrarse en esta verdad, sino que permite descubrir el valor de la fuerza combatiente que logró la victoria frente al más poderoso país capitalista del mundo.

En el campo de batalla muchos murieron instantáneamente, otros continuaron combatiendo ya lesionados en reclamo que no se les retirara del frente, ni los atendieran a ellos, sino a sus compañeros más necesitados; y no fueron pocos los que recibieron los impactos mortales al acudir en auxilio de su hermano de ideales.

Al intentar definir el número exacto de los caídos, se tropieza con una dificultad que tiene su antecedente inmediato en la identificación de los cadáveres, labor que en su mayoría se realizó en Jagüey Grande, bajo la responsabilidad de un equipo creado al efecto.

Los restos humanos recogidos en el terreno de combate fueron trasladados al mencionado poblado. Allí se certificaba la defunción y se disponía el lugar de enterramiento, lo que determinó que en la mayoría de los registros se consignara como fecha de muerte los días 17 y 18 de abril, lo que no se ajusta –en la mayoría de los casos-, a la verdad. Además, entre los inscritos se encontraban invasores. En los términos de Yaguaramas y Abreus también se certificaron defunciones, y entre ellas, en el último lugar señalado, se asentaron aproximadamente diez personas desconocidas.

La sepultura se dispuso en Jagüey Grande, de lo que resultó una documentación que establecía nombre, unidad de combate, cuartón, fila y fosa del cementerio, más otros detalles que ayudaban a determinar la filiación individual. Posteriormente, reclamados por sus familiares, los restos de numerosos mártires fueron exhumados y trasladados a los camposantos del lugar de donde procedían.

A lo anterior se unieron las gestiones de búsqueda por parte de familiares y compañeros de aquellos que no regresaron, lo que completó en buena medida el empeño de localizar debidamente a todos los caídos. En igual sentido, a propuesta de un integrante del Batallón 116, se realizó un encomiable trabajo dirigido por el Gabinete Nacional de Identificación y el Departamento de Química Legal. Realizaron un pesquisaje en el área de operaciones militares y las circundantes, y al mismo tiempo señalizaron los sitios donde había mercenarios enterrados. Para ello, partieron de los límites de La Habana con Matanzas hasta Santa Clara, y del centro de la Isla hasta la costa sur, posible zona de rastreo de heridos, fallecidos después.

Indagaron en cementerios y registros civiles sobre los sepultados en un rango de tiempo prudencial, y ante alguna posibilidad completaban la información con los datos encontrados. Con igual objetivo visitaron los hospitales de toda la geografía rastreada. En el Estado Mayor del Ejército, en Santa Clara, consultaron las fichas dactilares de caídos en Girón; y así, con los elementos acopiados, presentaron en junio de 1961 un informe al Gabinete Nacional que totalizaba ciento cuarenta y cinco hombres, incluidos dieciséis invasores. Lógicamente esta cifra no sumaba a los muertos durante los bombardeos a los aeropuertos, ni a los que fallecieron tiempo después a consecuencia de las heridas recibidas.

No obstante el esfuerzo para lograr la identificación del total de caídos en esa gesta, por diversas circunstancias no se pudo establecer la identidad de todos los mártires, problemática que la historia se ha encargado de desentrañar, gracias a nuevas investigaciones que arrojan la cifra de ciento cincuenta y cinco vidas entregadas a la Patria durante el combate en el sur matancero. Entre ellos se consideran los heridos que fallecieron con posterioridad, los impactados en ocasión de los bombardeos y todos aquellos que recibieron la muerte mientras cumplían tareas de apoyo logístico a las tropas combatientes, o sea, las categorías de fallecidos que no contempló el informe de junio de 1961.

A partir de la última cifra, si investigamos la vida de cada mártir de Girón, verificamos una vez más el postulado martiano, pero si consideramos la totalidad como representación de los que llevaron a cabo la heroica hazaña, resultan elementos muy aleccionadores y contrapuestos a la composición social de los integrantes de la Brigada de Asalto 2506, responsable de la invasión de abril de 1961.

En el cuadro se ofrece una muestra elocuente de la composición social dicha brigada.

Composición social de los integrantes de la Brigada de Asalto 2506
• 110 latifundistas
• 24 grandes propietarios
• 112 grandes comerciantes
• 67 casatenientes
• 179 burguesía media
• 194 ex militares y esbirros batistianos
• 112 lumpen
• 82 altos empleados

En una valoración general de las fuerzas que enfrentaron a los invasores, a juzgar por lo estudiado, se puede concluir, una vez más y con apoyatura objetiva, que fue el pueblo armado, y en distintos niveles de desarrollo político e ideológico, pero en su totalidad revolucionario, el que propinó al imperialismo yanqui la derrota de Playa Girón.

Confirman esta aseveración las proyecciones ideológicas de gran cantidad de los inmolados, contenidas en cartas, conversaciones con familiares y compañeros, en las cuales emitieron conceptos que reflejan la condición humana y la convicción de esos hombres que ofrendaron sus vidas. En ellas aparecen con notable frecuencia: Fidel, Revolución, libertad, Cuba, Patria, pueblo, lucha, deber, madre, hermano, hijo, lo que revela la índole y propósitos que los guiaban. Osvaldo López López, para citar solo a uno, expresó: “Hoy ya no sueño con ser mambí, hoy lo soy junto a Fidel y hoy Cuba es libre. Los ideales mambises han triunfado”.

Al analizar los datos obtenidos del estudio, advertimos que la aplastante y rápida acción revolucionaria fue obra de la juventud, como lo prueba la edad media de los caídos (24,7 años), con la particularidad de algunos de 14, 15 y 16 años, verdaderos adolescentes. Las últimas ocupaciones que desempeñaron fueron las de jornalero, carpintero, jardinero, zapatero, albañil, chofer, obrero agrícola, mecánico, ferroviario, dependiente, estudiante, miembro de las FAR y de la Policía Nacional Revolucionaria. Del total, el cuarenta por ciento eran obreros, el treinta y dos militares (FAR y MININT) y el resto trabajadores de servicios, técnicos, empleados administrativos y por cuenta propia. Sólo un 0,6 por ciento era dueño de un pequeño negocio.

En cuanto a la escolaridad, según el sistema de educación vigente en 1961, la mayoría (ochenta y ocho) había vencido la enseñanza primaria, tres eran analfabetos, treinta y siete graduados de nivel medio y cuatro universitarios. Otro factor que resulta significativo es la procedencia social de los estudiados: sesenta y nueve por ciento obrera, y el treinta y uno por ciento obrero agrícola, para integrar un cien por ciento de trabajadores. Mientras, la militancia revolucionaria arrojó la preponderancia de antiguos miembros del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (cuarenta y tres) y del Ejército Rebelde (treinta y dos), e igual cifra de Jóvenes Rebeldes (AJR).

Esos hombres que integraron las fuerzas revolucionarias que enfrentaron la supremacía militar de una brigada equipada y entrenada por el Gobierno de los Estados Unidos; ganaron por su superioridad en cuanto a moral combativa y valor. Pero además, ese pueblo uniformado no fue a Girón a luchar sólo por la soberanía nacional, sino por las banderas del socialismo, puesto que el 16 de abril, en el entierro de las víctimas del bombardeo que antecedió al desembarco mercenario, se había proclamado el carácter Socialista de la Revolución. Del mismo modo, la historia no podrá olvidar que la victoria se logró en 72 horas, frente a un enemigo prepotente que consideró asegurado el éxito de su empresa.

Los días de Girón constituyeron jornadas de gloria, que se nutrieron del sacrificio de muchos cubanos y al precio de ciento cincuenta y cinco vidas, jóvenes, y con un porvenir de esperanzas que tronchó la agresión militar. La mayoría, por su temprana muerte, no llegó a constituir un hogar, ni disfrutar la paternidad.

Girón no fue solo el combate con las armas en las manos, fue la lucha de todo un pueblo por no dejarse arrebatar sus conquistas. Allí luchó por la vida el médico que prestó servicios en condiciones altamente difíciles, el chofer que transportó a las tropas o evacuó a la población civil, el que mantuvo las comunicaciones, el encargado del avituallamiento, el que tendió la mano para ayudar en lo que podía. Fue una batalla del pueblo y como tal tenía que resultar victoriosa, porque antes de entrar en combate, aquellos hombres, con un bajo nivel escolar, pero millonarios en convicciones y graduados en la lucha por la vida, sabían lo que iban a defender y a costa de qué lo hacían.

En Girón, a los ciento cincuenta y cinco mártires se unieron seis víctimas civiles, entre ellas dos niños que a pesar de su inocencia, no recibieron la indulgencia de los invasores. Así quedó impreso en la memoria del pueblo, en las páginas de la historia cubana y en la deshonra del Gobierno norteamericano que respaldó la invasión de Bahía de Cochinos. Por todo ello esta fecha debe quedar como propiciadora del recuerdo, para que nadie olvide la verdadera entraña e intereses del imperialismo y de sus seguidores; y porque los que perdieron la vida en las arenas y pantanos del sur matancero, ganaron la eternidad de la historia y viven en todo aquel que siente suya la obra de la Revolución y el deber de defenderla.

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