La historia de Marlon
Por Andy Duardo Martín
Güines, La Habana, Cuba - El área especial de taewondó de Güines exhibe un nuevo rostro. Los días en que entrenar era una penuria quedaron atrás. El nuevo local ya no es una vetusta casona ni el patio de una escuela, por eso la inauguración esta mañana del evento municipal de la enseñanza primaria fue toda una fiesta.
Para celebrarlo nada mejor que competir, me dijo Conde, un activista que parece estar atrapado entre las veleidades y los encantos de este arte marcial nacido en el lejano oriente. Si los coreanos, sus fundadores, vieran lo que hoy acontece aquí morirían de envidia.
Entre saltos, vuelos y gritos de satisfacción se anuncia la victoria. Los entrenadores felicitan a sus campeones, entre ellos está Marlón Jesús Méndez, quizás el más avezado de la categoría 11-12 años, aunque confiesa que su llegada al taewondo rondó los límites de la casualidad.
“Cuando más pequeño quería practicar atletismo pero me embullaron mis amiguitos y matriculé en el taewondo”
Y en este arte o camino de asumir el modo correcto, Marlon cumple vivaz e intransigente lo construido y establecido por los santos y sabios coreanos del pasado. “Yo salgo a pelear, y voy pa´lante y pa´lante, esa es mi táctica.”
NO pudieron sus rivales arrebatarle la tranquilidad de su mente ni esa habilidad técnica que lo hace casi infranqueable. “Quiero se campeón y representar a Cuba en otros países, esa es mi meta”, así respondió Marlon a esa interrogante que casi siempre solemos hacer los periodistas cuando el presente nos sorprende.
Poco después del combate por la medalla de oro aún se podía apreciar las marcas que sus manos y pies desnudos dejaron en el aire, clara señal de un futuro que parece adentrarse en los más ocultos secretos de los venerables eruditos del pasado.
Güines, La Habana, Cuba - El área especial de taewondó de Güines exhibe un nuevo rostro. Los días en que entrenar era una penuria quedaron atrás. El nuevo local ya no es una vetusta casona ni el patio de una escuela, por eso la inauguración esta mañana del evento municipal de la enseñanza primaria fue toda una fiesta.
Para celebrarlo nada mejor que competir, me dijo Conde, un activista que parece estar atrapado entre las veleidades y los encantos de este arte marcial nacido en el lejano oriente. Si los coreanos, sus fundadores, vieran lo que hoy acontece aquí morirían de envidia.
Entre saltos, vuelos y gritos de satisfacción se anuncia la victoria. Los entrenadores felicitan a sus campeones, entre ellos está Marlón Jesús Méndez, quizás el más avezado de la categoría 11-12 años, aunque confiesa que su llegada al taewondo rondó los límites de la casualidad.
“Cuando más pequeño quería practicar atletismo pero me embullaron mis amiguitos y matriculé en el taewondo”
Y en este arte o camino de asumir el modo correcto, Marlon cumple vivaz e intransigente lo construido y establecido por los santos y sabios coreanos del pasado. “Yo salgo a pelear, y voy pa´lante y pa´lante, esa es mi táctica.”
NO pudieron sus rivales arrebatarle la tranquilidad de su mente ni esa habilidad técnica que lo hace casi infranqueable. “Quiero se campeón y representar a Cuba en otros países, esa es mi meta”, así respondió Marlon a esa interrogante que casi siempre solemos hacer los periodistas cuando el presente nos sorprende.
Poco después del combate por la medalla de oro aún se podía apreciar las marcas que sus manos y pies desnudos dejaron en el aire, clara señal de un futuro que parece adentrarse en los más ocultos secretos de los venerables eruditos del pasado.
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