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MAYAWEB: desde Cuba, veraz e inmediata.

El camino de las estrellas fugaces

Por Andy Duardo Martín

Güines, La Habana, Cuba - La noticia golpeó duro a los seguidores del conjunto de los vaqueros. Juan Carlos Linares y Ruby Silva, integrantes del equipo de La Habana, campeón vigente de la pelota cubana, desertaron, enrumbaron hacia los Estados Unidos en busca del sueño de las grandes ligas.

No me arriesgo en decir que aun deben sonar en sus oídos los aplausos y vítores que recibieron de cientos de aficionados a su paso por varios municipios habaneros tras regresar triunfantes del play of final frente a Villa Clara.

“No hay casa en tierra ajena”, dijo Martì. Llegará el momento en que la añoranza los consuma porque no hay pueblo en el mundo que supere al cubano en esa acción singular de adorar a sus atletas.

Juan Carlos y Ruby cayeron en la trampa. Hoy sus nombres aparecen en la publicación digital “Terreno de pelota”, adscrita al Nuevo Herald de Miami, en un listado que carece del más mínimo honor, porque es pura vergüenza.

Ya les tocará el turno en que periodistas y propagandistas se encarguen de ellos, les rían las gracias y ante una gran cobertura mediática soliciten para los desertores asilo político. Sencillamente los convertirán en caldo de cultivo de una falacia cuyo objetivo es destruir a una Revolución que ha convertido el deporte en derecho del pueblo.

Seguro estoy que esos periodistas de pluma floja desconocerán de forma arbitraria que a ninguno de los dos desertores se les perseguía en Cuba, andaban libres por las calles de esta Isla, acogidos incluso a los beneficios que reporta permanecer en un equipo provincial de pelota. Ellos, sencillamente, decidieron marcharse porque prefieren entregar como mercancía lo que gratuitamente aprendieron en nuestro sistema educacional y deportivo.

Aseguran los cronistas de Miami que el gobierno cubano repudia a los deportistas que abandonan el país. Yo añadiría que también son rechazados por gran parte de nuestra sociedad.

Es lógico que un pequeño país tenga en alta consideración a los atletas que no aceptan ser subastados en el mercado y reniegan de las grandes sumas de dinero que les ofrecen, porque prefieren quedarse para competir bajo los colores de su nación, esa que les ha entrenado y mimado para que la representen. Lamentablemente esos argumentos resultan incomprensibles en el imperio del individualismo y el dinero.

A lo mejor, pasado el tiempo, llegue la noticia de que Juan Carlos Linares y Ruby Silva recibieron contratos millonarios por jugar en uno u otro equipo de las grandes ligas. Entonces saldrán al terreno a pagar su adeudo con el magnate que los compró.

Y como la historia futura está por escribir propongo suponer que se conviertan en grandes estrellas, claro, serán tan fugaces que nunca brillarán como lo hicieron ante el público vaquero, en el terreno del estadio Nelson Fernández.

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