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La Alejandría: Monumento Nacional.


Lic. Abilio González González.

Las ruinas casi-perdidas y abandonadas del que fuera el colonial y colosal ingenio La Alejandría, propiedad original del Gobernador y Capitán General de la Isla Don Luís de las Casas, -quien dirigió los destinos de Cuba entre finales e inicios de los siglos XVIII y XIX-, en contubernio y utilizando como intermediario a su sobrino Pedro Pablo: el Conde de O´Reilly, fue diseñado y construido bajo la dirección de especialistas franceses tras ocurrir en el hermano pueblo el movimiento revolucionario que denominamos como la Gran Revolución de Haití, que hizo que constructores, técnicos e ingenieros partieran hacia Cuba en la última década del siglo decimonónico, beneficiando a Cuba al lograrse nuevos mercados a nivel mundial.
El proyecto de La Alejandría fue diseñado por el ingeniero galo Esteban Lafayette, quien determinó que el trapiche del mismo fuera horizontal, y en el aspecto constructivo se contó con la asesoría de Julián Lardiere, de esa misma nacionalidad, y posteriormente cerebro constructor de otras fábricas de azúcar cercanas, como “Nueva Holanda” y “Las Ninfas”.
Lo cierto es que el propio las Casas fue visto interviniendo personalmente en las gestiones de compra y montaje de las maquinarias, instrumentos, esclavos y otras faenas, como propietario, a pesar de que no rezaba su nombre en los documentos.
El coloso en su momento, fue erigido con mano de obra esclava negra africana. ¿Qué cantidad de lágrimas, sudor y sangre, a raudales, no fue derramada por los esclavos ante la ignominiosa explotación y el brutal maltrato a que fueron sometidos para materializar esta obra de salto fabril?
Esta vetusta instalación que se movía por fuerza hidráulica, constituye una relevante expresión de Monumento, como original representante del desarrollo de la industria azucarera nacional, que a pesar del dolor y los lamentos de los amantes de la historia, se encuentra en un galopante proceso de deterioro; si no se aúnan voluntades a tiempo, se perderá en el olvido esta bella perla, joya exponente del collar de ingenios que conformaron e hicieron del territorio mayabequino, el centro, núcleo y ombligo del inicio del desarrollo de esta rama económica en Cuba..
Desde sus inicios quiso ponérsele por nombre el de Anfitrite, pero este apelativo no llegó a concretarse.
Junto con los terrenos del cercano ingenio Holanda y el cafetal Bizarrón, sitios contiguos, alcanzó la magnitud de 70 caballerías de terreno.
Aproximadamente entre 1815 y septiembre de 1819, el número de esclavos llegó a la cifra de 155, de los cuales 95 eran varones bozales, y el resto de las 60 personas eran mujeres, de ellas 13 criollas y 47 bozales.
Durante el año 1820, O´Reilly hizo que en sus áreas, y por vez primera en Cuba, se sembrara la llamada caña Listada o de Batavia, es decir, la Cristalina de Cinta.
En 1839 la propiedad pasó a ser de Francisco Manuel Calvo de la Puerta.
En sus terrenos existían amplios y abundantes bosques de caña brava o bambú que se utilizaban como leña.
En 1844, durante el llamado Año del Cuero, coincidiendo con la llamada Conspiración de la Escalera, en que se produjo una amplia Represión racista, ocurrió una sublevación de sus esclavos, los cuales eran cruelmente maltratados. La misma resultó reprimida con bárbara violencia: grilletes, cepos, torturas y la aplicación de la “ley de fuga”. A todos los negros que integraban la dotación del ingenio, les hacía colgar a las puertas de entradas a los barracones o bohíos, un par de grilletes para de esa manera amenazante lograr que escarmentaran.
Durante 1857 cambió de dueño, pasando a pertenecer a Manuel Bulnes, y en 1883 pasó a manos de otro propietario: Francisco Prats de Toscazo, quien remató sus valores por la cifra de 8, 981.50 pesos.
El 11 de enero de 1885 fue visitado por el sabio cubano Álvaro Reinoso, el cual en su diario se refirió al sitio. Con anterioridad a ésta, otras importantes visitas realizadas a estos terrenos, fueron, además de las de sus destacados propietarios, las de otras personalidades como las de Nicolás Calvo de la Puerta y O´Farrill, Francisco de Arango y Parreño, José Pablo Valiente, Alejandro de Humboldt, Anselmo Suárez y Romero, etc.
En el transcurso de 1886 su administrador judicial era Morales de los Ríos, y en 1889 pertenecía a los Boza.
Fue derruido en 1905.
Posee una gran cantidad de lugares arqueológicos de un valor estimado realmente incalculable.
Quedan largos muros que en su totalidad alcanzan 1,000 metros de longitud, por encima de los cuales existe un canal por el cual se deslizaba una fluida corriente de agua cristalina proveniente de un afluente del río Mayabeque, que elevaba su nivel gracias a una compuerta que se subía en el llamado por nosotros punto 0, es decir, en el inicio del muro, y que lograba alcanzar el nivel de éste. El agua entonces corría impetuosa hasta caer al kilómetro de distancia y aprovechando el desnivel del terreno, caer a 5 metros de altura, para hacer mover las aspas que a su vez ponían en movimiento las mazas del trapiche o molino que exprimían las cañas de azúcar, de las cuales salía el guarapo o jugo sacaroso de la dulce gramínea para convertirse posteriormente en azúcares, mieles, raspaduras, rones o alcoholes.
No está el demás de decir que el muro se encuentra atravesado por unas bellas arcadas neoclásicas que dan a las ruinas un singular toque de distinción que en realidad elevan el gusto estético.
También está como remanente de una amplia residencia de aquella época, algunas habitaciones, que se presume hayan sido si no de los propietarios, del capataz de la hacienda. Hay varias zonas que evidencian construcciones, y se han encontrado importantes piezas y herrajes industriales y domésticos, compuertas, desagües, viaductos, múltiples fragmentos de cerámica y cristalería, botellas y canecas, botones, tornillos y clavos de diversas dimensiones, plomos de balas, hebillas, argollas y arandelas, piezas de cerrajería muy diversas, coas, guatacas y azadas, grilletes, espuelas, y una muy variada gama de objetos arqueológicos.
Este fascinante monumento histórico-cultural se encuentra ubicado a un kilómetro al sur del núcleo poblacional güinero, en los inicios de la carretera Güines-Playa del Rosario.
Existen múltiples muestras y evidencias arqueológicas, que hacen que el sitio sea realmente onírico y promisorio desde el punto de vista investigativo, por lo que en realidad urge recuperar sus construcciones y las piezas artísticas y económicas de gran valor histórico.
Constituye un mudo y excepcional testigo de la historicidad de los momentos cumbres de la industria azucarera nacional, cuyos amplios restos ruinosos se levantan altaneros, majestuosos e impresionantes, a pesar del deterioro, esperando por comprensivas, pudientes y salvadoras manos amantes y constructivas, que la conserven y restauren, para que con orgullo pueda ser visitada por todos.

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