Sitios o lugares de interés
Por: Lic. Abilio González González. (Investigador Agregado.)
¡Oh!, ¡para mí las ninfas.
(De la poesía ¨ La Ninfa ¨, de Rubén Darío.)
La historia es sencilla. En un castillo de París que acaba de ser adquirido por Lesbia, actriz caprichosa y endiablada, se reunieron seis artistas, y en la sobremesa de una tertulia, y tras la invitación anunciada, cada uno de los presentes reveló sus preferencias. El poeta reconoció su inclinación por las ninfas y el deseo de verlas, aún a riesgo de ser devorados por los mastines como en la leyenda de Acteón. Pero el propio bardo se lamenta de la inmaterialidad de sus anhelos. La anfitriona le consuela y expresa: ¨ ¡Las ninfas existen! ¨, aunque ella misma no tiene certeza de su afirmación.
Sucede que las náyades existen… pero no podían ser encontradas en los jardines parisinos, sino en las márgenes de la cubanísima red hidrográfica del río Mayabeque, en tierras de la próspera Villa llamada San Julián de Los Guines.
Era la última década del siglo XVIII y la añorada vestal cobraba formas arquitectónicas gracias al ingenio constructivo de Julián Lardiere y su equipo de técnicos franceses, con el financiamiento de los capitales del Marqués de la Gratitud Francisco de Arango y Parreño y su amigo José Pablo Valiente el Superintendente de Hacienda. Este coloso industrial llamado el ingenio Las Ninfas, -de eso se trata nuestro tema-, fue una de las principales fábricas de azúcar en su tiempo, y según se afirma el mayor del mundo en su más próspero momento, así como el primero en instalarse en las márgenes del río para aprovechar el movimiento de sus caudales de agua, en terrenos del primigenio mercedado hato San Pedro del Mayabeque.
Una zanja magistral mamposteada, con paredes de cedro y un remanso o fuente de molida, son los restos de aquel portento productivo que se construyó, que aún nos avisan de su antigua alzada y quedan como mudos y excepcionales testigos del tiempo y sus cambios, de una de las más vistosas joyas del complejo socio-industrial que adornaba las lenguas hidráulicas mayabequinas.
Pero no sólo por su cualidad monumentaria merece atención esta perla de majestuosidad arqueológica, sino por haber sido laboratorio para experimentar las más novedosas tecnologías agrícolas, fabriles y administrativas.
No puede soslayarse que su propietario principal, Arango y Parreño fue el más empecinado de los protocapitalistas cubanos, y aquel que más discernió sobre los problemas del desarrollo económico insular, en su contemporaneidad y en las perspectivas, considerándose siempre como súbdito de la Corona española, a pesar de ser criollo.
En estos lares debutó la caña de O´Tahití que él introdujo, la cual era robusta, alta, con mayor consistencia y más masa, y de jugo rico en sacarosa, cuyo rendimiento de la misma era mayor que la empleada tradicionalmente hasta entonces en Cuba. Si muy bien comenzó a moverse con la energía fluvial, en los inicios de la centuria decimonónica se instaló la máquina de vapor y se ensayaron diversos combustibles, entre ellos la combustión del bagazo.
La introducción de grandes masas de esclavos negros africanos fue la vía principal que utilizaron los sacarócratas pera incrementar la producción azucarera, y en este sentido Las Ninfas también fue campo de exploración; su dotación reunía alrededor de tres centenas de ellos, en proporción sexual bastante balanceada, pero en el proceso o fase agrícola, especialmente en el corte, se empleaban únicamente unas siete decenas, de mujeres, en este caso 69. De esta forma el dueño garantizaba una mejor explotación de la fuerza de trabajo o mano de obra, así como que aseguraba su reproducción durante todo el llamado ¨ tiempo muerto ¨.
Otro aspecto notable y aporte del Marqués de la Gratitud fue la implantación de un registro contable, irrepetible en otras industrias de esta esfera; su sistema de modelaje de registro y control, fue una adaptación de registros monetarios y financieros aplicados en contextos de otras naciones de mayor sagacidad y prestancia en materia de contabilidad y que el prohombre previsor del desarrollo capitalista cubano conoció en un periplo realizado para ampliar su vivencia empresarial añorada hacia el futuro.
La pieza clave del emporio azucarero del 800 guinero fue además punto de observación para el Barón Alexander von Humboldt, quien lo visitó a principios del siglo XIX en compañía de Aimé Bompland. La estancia del sabio alemán en la propiedad de Arango, le permitió al científico europeo enriquecer sus cálculos acerca de la producción azucarera y juzgar las condiciones de vida y de trabajo en las plantaciones esclavistas. Muchas observaciones que aparecen en el notario ¨ Ensayo Político sobre la Isla de Cuba ¨, se deben fundamentalmente a las vivencias registradas durante el período de estadía del teutón en Las Ninfas.
Construido en 1792, el ingenio tuvo una existencia octogenaria, pues aún existía en 1872. A la sazón le quedaba corta vida, y ya en la alborada de1896, sus ruinas sirvieron de provisional campamento para pernoctar, a las huestes del Ejército Libertador comandadas por el Generalísimo Máximo Gómez Báez y el Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, en lo que fue calificada como la acción más audaz de la centuria, en su marcha invasora hacia el occidente cubano. Entonces, de seguro quedaban en pie más vestigios de los que ahora se ocultan a los ojos de los profanos.
Finalizan estas sucintas noticias sobre Las Ninfas, convencido de que la náyade mayabequina reveló algunas de sus bellas desnudeces, pero como en la leyenda de Acteón, también hubo en sus crónicas canes destrozadores e intrusos. A diferencia del mito grecolatino, la jauría devoradora fue todo un sistema: la plantación esclavista y su régimen inmisericorde de aplastar en forma infrahumana a miles y miles de esclavos injustamente vilipendiados con múltiples malos tratos encarcelando sus libres voluntades, e intrusos no por voluntad propia, sino involucrados por la malignidad de la trata negrera.
Para colmo, manos vorazmente profanas y también intrusas, han llenado de abiertos huecos en excavaciones furtivas y clandestinas, a ese pedazo de tierra de una zona que es pedazo de historia muy válido para efectuar con rigor excavaciones arqueológicas con cientificidad.
Por: Lic. Abilio González González.
Desde 1798 se concedió al Real Consulado de La Habana la facultad para distribuir las aguas de Güines, y se estableció un plan de regadío por el método de represa que si bien no era de una perfección técnica, fue el primero que se implantó con el objetivo de lograr un equitativo intento “científico” para la distribución del riego. Lo cierto es que la Comunidad de Regantes del río de Güines o Mayabeque no se fundó legalmente hasta el 1º de enero de 1884, al amparo de la Ley de Aguas de 1866. Su primer presidente fue don Manuel Alfonso Idaboy. A pesar de que su constitución tuvo lugar en la fecha antes citada, la aprobación de ella y concesión del disfrute de las aguas no se obtuvo del gobierno de España hasta el 26 de diciembre del propio año 1884.
Estaba integrada la Comunidad por todos los usufructuarios de las aguas del río Mayabeque y constaba de tres organismos: La Junta General, el Sindicato y el Jurado de Riego. La Junta General era la Comunidad propiamente dicha, se reunía ordinariamente una vez al año, y en ella intervenían todos los miembros, y en los aspectos generales de elección, cada uno votaba por finca, no pudiendo ejercitarse más de diez votos si se poseían varias fincas. El Sindicato tenía la representación y régimen de la Comunidad, y el Jurado de Riego era quien conocía de las cuestiones de hechos que se suscitaban entre los regantes, así como de las infracciones cometidas por éstos.
Los acuerdos del Sindicato y de la Comunidad eran apelables ante el Gobernador de la Provincia, cuya decisión era final. Cada miembro pagaba una cuota anual por cada acción de riego que disfrutaba, y la recaudación se aplicaba para pagar al Secretario, atender la oficina de la Comunidad que tenía edificio propio situado en la calle General Asbert #109, (antigua calle Concha), así como para pagar los salarios del Capataz de Riego y los empleados, y la reparación de compartidores y presas existentes, limpieza de zanjas y acequias, y otros gastos que ocurrían.
Utilizaban las aguas de la Comunidad de Regantes los centrales Amistad y Providencia, así como la fábrica de hielo, la máquina de descascarar arroz, los Ferrocarriles Unidos, y otras industrias y negocios de Güines.
Por: Lic. Abilio González González. (Investigador Agregado.)
El centro de Güines está constituido por la Iglesia Católica Parroquial de la Villa, rodeada esta por su Parque Central, por lo que decidimos realizar un estudio con relación a sus antigüedades, campanas, imágenes, tradiciones y hechos políticos e históricos acaecidos alrededor de ella.
Cotidianamente pasamos por su alrededor y proximidades mientras desconocemos algunas añejas reliquias que son atesoradas en el edificio de la institución, ya que se conservan curiosidades importantes para el estudio de nuestro pueblo.
El primer libro de Bautismos, con el bautizado • 54, fechado en septiembre de 1720, se conserva en los archivos de su oficina, y corresponde al llamado Libro de Bautizos de Blancos, que ya de por sí pone de manifiesto el injusto racismo de la época colonial, y que denuncia la existencia ya de una nutrida cifra del núcleo de vecinos ubicados en nuestra zona y brinda una buena clave para ayudar a descifrar los anales de la población, ya que la misma y su importancia económica alcanzaba personalidad y autoridad jurídica. Como se sabe y era costumbre, la partida o fe de bautismo era la inscripción de nacimiento de una persona.
Otras antigüedades que se conservan y bien efectuadas por creadores de la época, son las imágenes correspondientes a varios ídolos del santoral cristiano.
Es indudable que las imágenes más viejas deben corresponder a San Julián y San Francisco Javier, patrono y copatrono respectivamente, y la de este último delata que fue hecho por un artesano llamado Manuel López.
No debe obviarse que una imagen de San José descubre la fecha de su realización en 1700, y quizás sea esta una de la más añejas atesoradas en el templo.
La Inmaculada Concepción está fechada en 1868, coincidente con el inicio de la Guerra de los Diez Años.
En el orden cronológico todo parece indicar que prosiguen las de La Dolorosa, San Juan Bautista, un bello crucifijo ubicado en la sacristía, y el Cristo del Santo Entierro; este último paseaba en procesiones por las calles del pueblo en las celebraciones de la llamada Semana Santa.
Las campanas son en total 11; 10 ubicadas en la torre o campanario, y 1 en el interior de la iglesia. En lo alto de la torre se resguardan 10 campanas: dos son grandes, y 8 más pequeñas.
Las dos grandes, enumeradas por nosotros como las 1 y 2, dan al frente, es decir, al norte donde se ubica la seiba. Las pequeñas se distribuyen de la siguiente forma: 2 de ellas dan al oeste, a la calle o carretera a Playa del Rosario, las que enumeramos como 3 y 4; de frente al sur, al fondo de la iglesia y lindando con la zanja de los Españoles tenemos las números 5 y 6; y al este, mirando hacia la calle Habana, están las números 7 y 8. Las dos restantes, la 9 y la 10 están en el ángulo sureste, y también son chicas aunque una es más grande que la otra.
Veamos las que están ubicadas hacia el norte: la 1 se utilizaba como alarma cuando no había corriente eléctrica y anunciaba fuegos o emergencias, está fechada en el Año 1830 y posee una inscripción que dice Santa Clara, y una Cruz (+) en altorrelieve, y es posible que fue la donada por dos vecinos de La Habana el 20 de noviembre de 1851 y que tenía 32 kilos de peso; si no es esta, fue la que estuvo ubicada donde hoy está la número 8.
La 2 es la De Llamada o Principal, y con ella se repica, y se dobla a los difuntos, y se utiliza en las solemnidades, y posee una inscripción que dice Calle de la Obra Pía frente al No. 8 en casa Antonio Pereña, y otra con 1869, y posee en altorrelieve el símbolo de la Custodia de Jesús Sacramentado, (El Santísimo.)
Veamos las que dan al oeste. La número 3 es la campana Guía, fechada en 1868; ésta, con la Principal o número 2 sirve para repicar los domingos, así como para doblar y anunciar las grandes solemnidades y las procesiones. Y la 4 data de 1861 y se utiliza en conjunto para repicar en grandes ceremonias junto a las restantes 7 campanas.
Hacia el sur dan las 5 y 6. La número 5 es la más antigua y data de 1763, con una inscripción en latín que reza: “Santa María ora pro nobis”, que en español significa Santa María reza por nosotros. Y la 6 delata que fue construida en el Año 1831, es la más pequeña de todas, brinda sonido de clamor, y se usa fundamentalmente el Día de los Fieles Difuntos, es decir los días 2 de noviembre.
Las campanas 7 y 8 dan hacia el este. La número 7 dice Año 1828 y posee una Cruz (+) a relieve, y es esta la que especialmente se utiliza para doblar; junto a la 3 es la que sirve para que por las noches, a las 8 p.m. se efectúe un ¨ toque de ánimas ¨, es decir, se le toca a las almas o espíritus cristianos que están en el Purgatorio; este toque es tradicional de Guines. La 8 posee un relieve con San José y otro con San Antonio, y es la campana más joven del campanario, y posee la inscripción López y Llauradó y otra que agrega Habana, 1823; la misma procede del Asilo San José de la Montaña, donde radica hoy la ESBU Héroes de Bolivia, y se ubicó en la torre en 1980, ya que la que existía y que era muy añeja estaba deteriorada; es posible que si no es la 1, esta que se sustituyó fuera la donada por dos vecinos de La Habana en 1851, y también pudiera darse el caso que esta que se sustituyó, fuera la primera que tuvo Guines colocada en 1779, la llamada San Julián y que pesaba 30 arrobas, fundida en el ingenio Nuestra Señora de la Merced, ubicado en la finca Cruz y cuyo dueño fuera el Capitán de Partido y Caballería Don Sebastián de la Cruz.
Las 9 y 10 funcionan automáticamente con la máquina del reloj instalado, traído desde República Federal Alemana en 1952; la más grande brinda las horas, y la menor cada 15 minutos, es decir que suena cada cuarto de hora.
Añadamos al trabajo, que las tradiciones y costumbres con relación al doblaje de las campanas varían de acuerdo con los distintos pueblos; cada uno posee diferente y peculiar forma para manejar, doblar o tocar sus campanas.
Este histórico campanario ha visto no solo fenómenos naturales como rayos, tormentas y ciclones, y también epidemias, así como a hechos históricos de relevancia.
El 4 de marzo de 1897, cuando el pueblo fue atacado por las tropas mambisas del Ejército Libertador al mando del Coronel Clemente Fernández y el Brigadier General Adolfo del Castillo, las campanas fueron tocadas desesperadamente, y los tañidos al vuelo causaron una gran conmoción popular.
Al morir en 1906 el Generalísimo Máximo Gómez Báez, las campanas doblaron en su memoria y se ofreció en el templo una misa de Réquiem.
A fines de 1955, cuando se efectuaban luchas huelguísticas por parte de los obreros azucareros, el jueves de la Semana Santa, a las 9 p.m., un grupo de jóvenes güineros penetraron en la iglesia, forzaron el acceso a la escalera que conduce al campanario y penetraron en el mismo comenzando a tocar las campanas para alborotar al pueblo. Rápidamente llegaron los soldados indignados. El sacerdote y párroco promedió entre los revolucionarios y la Guardia Rural, la cual se comprometió con no molestar a éstos cuando abandonaran el templo. Muy al contrario de lo empeñado acorde con lo pactado por el compromiso contraído, los guardias se burlaron de su palabra y le cayeron a golpes y plan de machete a los jóvenes cuando estos salieron. Entre otros, en este grupo se encontraba el destacado combatiente revolucionario Francisco González González, Panchito El Bombero, a quienes las autoridades militares golpearon, dejando en su espalda, durante días, el estigma de un sable.
Antes del triunfo de la Revolución en 1959, desde la alta baranda del campanario, amarrada con una soga fue colocada una gran bandera del 26 de Julio, una de las primeras que se colocó en el pueblo, por parte de un grupo de jóvenes revolucionarios.
Sea como fuere, la torre del campanario, al igual que las chimeneas de los dos cercanos ingenios Amistad y Osvaldo Sánchez, compite en la captura del espacio.
La añeja vigía de la iglesia se mantiene erecta y altanera al paso de los tiempos, siendo un mudo y excepcional testigo de loa años y sus cambios, y las transformaciones estructurales socioeconómicas del pueblo.
Por: Lic. Abilio González González. (Investigador Agregado.)
Fundada a fines del siglo XIX en Güines. El patriota Juan Gualberto Gómez la visitó el 24 de agosto de 1879. Habló de las leyes especiales para la formación de las instituciones y las promesas de leyes definitivas, y expuso lo que significaba la Unión, condenando distinciones y discriminaciones. La Bella Unión adquirió su edificio propio en la calle Gras, (80) #171, (antigua calle Cuatro Palmas), y contaba con amplios salones para bailes y actividades culturales, lectura, recreo, de sesiones de la Junta Directiva, amplia cantina, cancha de baloncesto y otros deportes, y un bello patio central cementado, contando con bancos y jardines alrededor de una majestuosa ceiba. Durante la época republicana, esta institución se destacó por sus actividades cívicas, patrióticas y culturales. De envergadura eran las veladas del 7 de diciembre, conmemorando la muerte del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, Día de Duelo Nacional, desfilando por su tribuna elocuentes oradores. Los bailes ofrecidos eran amenizados por las mejores orquestas de su época, siendo muy significativos los de los 4 de diciembre en conmemoración de Santa Bárbara. Dionisio Martínez, “Cosa”, formó una orquesta a la que nombró Estrellas Nacientes, que animó muchos bailes y matinées en La Bella Unión y otras instituciones.
Sus locales sirven de sede a un Complejo Deportivo donde se practican varios deportes, y de donde han salido deportistas que han representado dignamente al pueblo en múltiples eventos importantes, y funciona como Sede de una Filial Universitaria donde se estudia Cultura Física.
Lic. Abilio González González.
Las ruinas casi-perdidas y abandonadas del que fuera el colonial y colosal ingenio La Alejandría, propiedad original del Gobernador y Capitán General de la Isla Don Luís de las Casas, -quien dirigió los destinos de Cuba entre finales e inicios de los siglos XVIII y XIX-, en contubernio y utilizando como intermediario a su sobrino Pedro Pablo: el Conde de O´Reilly, fue diseñado y construido bajo la dirección de especialistas franceses tras ocurrir en el hermano pueblo el movimiento revolucionario que denominamos como la Gran Revolución de Haití, que hizo que constructores, técnicos e ingenieros partieran hacia Cuba en la última década del siglo decimonónico, beneficiando a Cuba al lograrse nuevos mercados a nivel mundial.
El proyecto de La Alejandría fue diseñado por el ingeniero galo Esteban Lafayette, quien determinó que el trapiche del mismo fuera horizontal, y en el aspecto constructivo se contó con la asesoría de Julián Lardiere, de esa misma nacionalidad, y posteriormente cerebro constructor de otras fábricas de azúcar cercanas, como “Nueva Holanda” y “Las Ninfas”.
Lo cierto es que el propio las Casas fue visto interviniendo personalmente en las gestiones de compra y montaje de las maquinarias, instrumentos, esclavos y otras faenas, como propietario, a pesar de que no rezaba su nombre en los documentos.
El coloso en su momento, fue erigido con mano de obra esclava negra africana. ¿Qué cantidad de lágrimas, sudor y sangre, a raudales, no fue derramada por los esclavos ante la ignominiosa explotación y el brutal maltrato a que fueron sometidos para materializar esta obra de salto fabril?
Esta vetusta instalación que se movía por fuerza hidráulica, constituye una relevante expresión de Monumento, como original representante del desarrollo de la industria azucarera nacional, que a pesar del dolor y los lamentos de los amantes de la historia, se encuentra en un galopante proceso de deterioro; si no se aúnan voluntades a tiempo, se perderá en el olvido esta bella perla, joya exponente del collar de ingenios que conformaron e hicieron del territorio mayabequino, el centro, núcleo y ombligo del inicio del desarrollo de esta rama económica en Cuba..
Desde sus inicios quiso ponérsele por nombre el de Anfitrite, pero este apelativo no llegó a concretarse.
Junto con los terrenos del cercano ingenio Holanda y el cafetal Bizarrón, sitios contiguos, alcanzó la magnitud de 70 caballerías de terreno.
Aproximadamente entre 1815 y septiembre de 1819, el número de esclavos llegó a la cifra de 155, de los cuales 95 eran varones bozales, y el resto de las 60 personas eran mujeres, de ellas 13 criollas y 47 bozales.
Durante el año 1820, O´Reilly hizo que en sus áreas, y por vez primera en Cuba, se sembrara la llamada caña Listada o de Batavia, es decir, la Cristalina de Cinta.
En 1839 la propiedad pasó a ser de Francisco Manuel Calvo de la Puerta.
En sus terrenos existían amplios y abundantes bosques de caña brava o bambú que se utilizaban como leña.
En 1844, durante el llamado Año del Cuero, coincidiendo con la llamada Conspiración de la Escalera, en que se produjo una amplia Represión racista, ocurrió una sublevación de sus esclavos, los cuales eran cruelmente maltratados. La misma resultó reprimida con bárbara violencia: grilletes, cepos, torturas y la aplicación de la “ley de fuga”. A todos los negros que integraban la dotación del ingenio, les hacía colgar a las puertas de entradas a los barracones o bohíos, un par de grilletes para de esa manera amenazante lograr que escarmentaran.
Durante 1857 cambió de dueño, pasando a pertenecer a Manuel Bulnes, y en 1883 pasó a manos de otro propietario: Francisco Prats de Toscazo, quien remató sus valores por la cifra de 8, 981.50 pesos.
El 11 de enero de 1885 fue visitado por el sabio cubano Álvaro Reinoso, el cual en su diario se refirió al sitio. Con anterioridad a ésta, otras importantes visitas realizadas a estos terrenos, fueron, además de las de sus destacados propietarios, las de otras personalidades como las de Nicolás Calvo de la Puerta y O´Farrill, Francisco de Arango y Parreño, José Pablo Valiente, Alejandro de Humboldt, Anselmo Suárez y Romero, etc.
En el transcurso de 1886 su administrador judicial era Morales de los Ríos, y en 1889 pertenecía a los Boza.
Fue derruido en 1905.
Posee una gran cantidad de lugares arqueológicos de un valor estimado realmente incalculable.
Quedan largos muros que en su totalidad alcanzan 1,000 metros de longitud, por encima de los cuales existe un canal por el cual se deslizaba una fluida corriente de agua cristalina proveniente de un afluente del río Mayabeque, que elevaba su nivel gracias a una compuerta que se subía en el llamado por nosotros punto 0, es decir, en el inicio del muro, y que lograba alcanzar el nivel de éste. El agua entonces corría impetuosa hasta caer al kilómetro de distancia y aprovechando el desnivel del terreno, caer a 5 metros de altura, para hacer mover las aspas que a su vez ponían en movimiento las mazas del trapiche o molino que exprimían las cañas de azúcar, de las cuales salía el guarapo o jugo sacaroso de la dulce gramínea para convertirse posteriormente en azúcares, mieles, raspaduras, rones o alcoholes.
No está el demás de decir que el muro se encuentra atravesado por unas bellas arcadas neoclásicas que dan a las ruinas un singular toque de distinción que en realidad elevan el gusto estético.
También está como remanente de una amplia residencia de aquella época, algunas habitaciones, que se presume hayan sido si no de los propietarios, del capataz de la hacienda. Hay varias zonas que evidencian construcciones, y se han encontrado importantes piezas y herrajes industriales y domésticos, compuertas, desagües, viaductos, múltiples fragmentos de cerámica y cristalería, botellas y canecas, botones, tornillos y clavos de diversas dimensiones, plomos de balas, hebillas, argollas y arandelas, piezas de cerrajería muy diversas, coas, guatacas y azadas, grilletes, espuelas, y una muy variada gama de objetos arqueológicos.
Este fascinante monumento histórico-cultural se encuentra ubicado a un kilómetro al sur del núcleo poblacional güinero, en los inicios de la carretera Güines-Playa del Rosario.
Existen múltiples muestras y evidencias arqueológicas, que hacen que el sitio sea realmente onírico y promisorio desde el punto de vista investigativo, por lo que en realidad urge recuperar sus construcciones y las piezas artísticas y económicas de gran valor histórico.
Constituye un mudo y excepcional testigo de la historicidad de los momentos cumbres de la industria azucarera nacional, cuyos amplios restos ruinosos se levantan altaneros, majestuosos e impresionantes, a pesar del deterioro, esperando por comprensivas, pudientes y salvadoras manos amantes y constructivas, que la conserven y restauren, para que con orgullo pueda ser visitada por todos.
Lic. Abilio González González.
El trabajo trata sobre un estudio histórico de la cuenca del río Mayabeque, sus afluentes y efluentes. Con un estudio documental de las Actas Capitulares de Güines se da a conocer la barbaridad cometida por el Capitán General Francisco Dionisio Vives, entre los años 1821-1823, y el desastre que provocó en la región comprendida entre la línea costera desde la playa y río Mayabeque en Melena del Sur, hasta Caimito en San Nicolás, al sureste de la provincia habanera.
Dedicatoria: A todos los moradores y educadores de la cuenca del Mayabeque, muy preocupados por la necesidad de incrementar la educación medioambiental.
...Un desarrollo que satisface las necesidades del presente, sin poner en peligro la posibilidad de que las generaciones futuras satisfagan las suyas...
(Del Informe Brundtland, Nuestro futuro en común, 1987)
Desde tiempos prehistóricos la cuenca hidrográfica del Mayabeque ha sido fundamental para la subsistencia de sus moradores.
Sus caudalosos ríos y sus múltiples afluentes y efluentes son de una envergadura realmente notable en la provincia habanera.
Acorde con la historia, los aborígenes siboneyes lo bautizaron con el apelativo de Guinicaginal, y apareció escrito y pronunciado de diferentes formas: con x, con j, y con g, unas veces terminando o no con la letra l, y en ocasiones ubicándole el sonido tónico en la última o en la penúltima sílaba, y se ha afirmado que el prefijo era Oni en vez de Güini.
De todas formas, existen tres hipótesis acerca del nombre de Guines: una con relación a los guanines o güinines, otra vinculada a las cañas de Castilla, y la tercera versión expresa o manifiesta que el prefijo o apócope de Güinicagina, fue quien dio lugar al bautizo del corral primero y villa y partido y jurisdicción después, y posteriormente al municipio y actual ciudad de Güines, proveniente del nombre autóctono del río.
No obstante es justo aclarar que como su caudal desemboca en la costa sur, y exactamente en la playa de Mayabeque, en Melena del Sur. Este nombre: Mayabeque, se generalizó en toda la cartografía a través de los anos.
Es necesario agregar que a lo largo de un poco más de cinco siglos de historia, la toponimia ha dado lugar a múltiples confusiones, ya que acorde con el lugar, hato, corral, asiento o finca por donde se deslizan sus corrientes permanentes o intermitentes, ha sido bautizado y ha tomado diferentes nombres, como Catalina, Güines, Bija o Vija, Bayamo, Culebra, Yamaraguas, Mal Potón o Maspotón, etc.
En 1767 se proyectó construir un canal a un costo de 1.200,000 pesos fuertes, el cual utilizaría las aguas del río Mayabeque para que entroncara con el de La Chorrera para transportar azúcar, tabaco, maderas, frutos y otros productos. En noviembre de 1795 la Real Junta de Fomento y Navegación, a petición de Arango y Parreño, inició un expediente para ejecutar el abandonado proyecto de los hermanos constructores franceses Francisco y Félix Lemaur, el cual fue aprobado por Real Orden de 1796, en que se reconsideró la construcción del Canal de Los Güines para enlazar este territorio con la capital. En febrero de 1797 se dispuso que el Conde de Mompox y Jaruco y el Príncipe de La Paz, se pusieran de acuerdo para presupuestar la obra en l.500, 000 pesos. En 1798 el Conde de Macuriges se interesó en construir un canal acorde con el proyecto presentado por el constructor, y también francés, Julián Lardiere quien pretendía unir Guines con Batabanó.
De todas formas, se calculaba que además de los productos antes mencionados, por cualquier canal a partir de Güines, también pasarían enormes cantidades de azúcar, melazas, alcoholes, aguardientes, ron, café, etc.
Los anteriores proyectos no tomaron importancia, ya que las aguas mayabequinas eran imprescindibles para hacer mover el enorme collar de ingenios que desde Güines se controlaban en todo su territorio.
Las luchas por el control, tenencia y obtención de las aguas y su fuerza fueron múltiples. Funcionarios capitalinos, el Cabildo local, propietarios y vecinos, se vieron envueltos en múltiples preocupaciones, y trifulcas, y hasta el propio Arango denunció esta contradicción.
Para acelerar los males, las autoridades coloniales tomaron un grupo de medidas que provocó la disminución del suministro del preciado líquido en contraposición a su alta demanda. El propio Arango se interesó por este asunto.
En noviembre de 1821 las Actas Capitulares dan cuenta y se refieren a reiterados avisos enviados por vecinos próximos a los embarcaderos de la costa sur, por Rosario y Caimito, los cuales plantean haberse avistado barcos sospechosos con decidido ánimo de desembarque y propinar danos, por lo que se propone que deben disponerse destacamentos como se ha hecho en otras ocasiones, en tanto se disponga de una cañonera o baterías en cada sitio. A los dos días, el 18, expresa el Jefe Superior Político, Nicolás Mahy, que mediante las milicias locales se cuiden las costas del Mayabeque, El Rosario y Guanamón, de día y de noche, para impedir desembarcos, y ordena la detención de todo extranjero sin pasaporte y de españoles sin licencia, y añade que recibió noticias de que los insurgentes desembarcan en estas costas desde la Isla de Santo Domingo.
En la sesión del día 29 manifestó que el Surgidero de Mayabeque corresponde al pueblo de Melena y acordaron pedir refuerzos al piquete de Dragones existente en esta Villa de Güines.
En la reunión del Cabildo del 12 de junio de 1823 se dio a conocer que en el mes anterior, es decir, el 3 de mayo, ocurrió un importante hecho en el territorio, que motivó que el Comandante de Armas de Güines le escribiera el día l3 al Capitán General de la Isla, y el 24, éste personalmente respondiera. Se presentaron dos barcos, (velas), por Punta Gorda, y se mantuvieron hasta la noche.
Al otro día no estaban, y se desconoce si eran piratas o no, y argumentan que existía gran preocupación por no contar con las suficientes fuerzas militares. Exponen que cuando se retiró la fuerza del Caimito, no tardaron los piratas poco más de un mes de robar los esclavos del ingenio nombrado El Bello Indio. Aclaran que es necesario un mayor número de tropas y un corneta, ya que no es posible remitir las que se solicitan por no haberlas.
El oficio firmado en La Habana el 24 de mayo de 1823 por el Capitán General Francisco Dionisio Vives, se encuentra en el tomo V que incluye las Actas Capitulares de Güines, de los años 1823 y 1824 y entre sus aspectos más sobresalientes expresa:
“...El Partido es muy dilatado por la costa del sur lleno de playas de desembarque y ríos navegables hasta alguna parte de lo interior...”
y,
“...Dispuso el cerrar los ríos más peligrosos, y entre ellos el de Mayabeque, el de El Rosario, el de Guanamón, Caimito, y otros que subsistieran...”