Alabanza al Rey de la improvisación
Por Andy Duardo Martín
Siempre hay una razón para continuar. Cuando la vida nos conduce a términos insospechados no vale aferrarse a las penas, sencillamente, hay que seguir.
Juan Torres Marrero, güinero, poeta, maestro . Como todos tuvo una infancia y muchos sueños. Siempre que tenía la oportunidad se sentaba a escuchar a los improvisadores, de ellos aprendió los secretos del arte de escribir y cantar en décimas.
Juanito, como todos le dicen, se hizo imprescindible entre una generación que aún marca los senderos de la espinela en tierras del Mayabeque. Para él el amor, la naturaleza, un niño, el más simple gesto suele ser motivo de inspiración.
Aquellos años primeros de andar de aquí para allá entonando nuevos y viejos versos, fueron suficientes para demostrar que esa pasión nacía en lo más profundo del corazón.
Otro poeta reconocido, Raúl Peña Gil, confiesa que el protagonista de esta historia es un verdadero maestro, pues las rimas brotan de el como caudal y no vacila en igualarlo a otros grandes como José Riverón y Ficho Díaz.
Sin embargo la vida, bien se sabe, a veces nos golpea inesperadamente, pero, un buen poeta, a pesar de todo, no deja morir sus versos.
Luis Morales todavía
recuerdo la noche aquella
en que le pedí a una estrella
prestada tu poesía,
lo recuerdo y se diría
que el corazón se me alfombra
y que regreso a la sombra
de tu cariño profundo
la boca inmensa del mundo
en cien idiomas te nombran.
Güines cuando yo podía
correr detrás del sinsonte
el abanico del monte
las dos pierdas me batía
ya se fue esa fantasía
de ser cazador fugaz
y ahora solo me verás
sin hacer versos de estreno
con una pierna de menos
y un sufrimiento demás.
San Lázaro vino un día
hasta la tierra güinera
para buscar la manera
de hacer una poesía
nos vio juntos en la vía
y se dijo para sí
a esos dos que están allí
hijos de las mismas metas
les voy a poner muletas
para que canten por mí.
Luis, somos en realidad
en la luz de estos senderos
los dos poetas güineros
con la misma calidad
tal vez la fatalidad
nos montó en el mismo tren
o es que el hombre de Belén
el padre de los mortales
por mantenernos iguales
nos puso cojo también.
Sin pensar si quiera en nada
por el cigarro y el ron
perdí la circulación
de mi pierna más preciada,
ahora le pido a la almohada
seguir de la vida en pos
y nunca he negado a Dios
y por no seguir su huella
el filo de una botella
me cortó una pierna en dos.
Apoyado en los bastones
rojos de mi corazón
ahora soy un guitarrón
sin primas y sin bordones,
pero las lamentaciones
son hermanas del calvario
y ahora solo es necesario
que se olviden las muletas
y suban otros poetas
mejores al escenarios.
Así es Juan Torres Marrero, un poeta que escribe y dice lo que siente, que hace de la décima y la improvisación un refugio inexpugnable.
Y porque esa voluntad de vivir supera las penas, nuevas y reconocidas voces de la décima güinera, como Héctor Gutiérrez, lo califican de Maestro, lo admiran y no dudan en convertirlo en el Rey de la improvisación.
Por eso, Juanito, no hay ilusión perdida cuando aún queda la vida. Quién con rimas ha construido una historia ha de hacer de sus versos un canto eternamente infinito y libre.
Siempre hay una razón para continuar. Cuando la vida nos conduce a términos insospechados no vale aferrarse a las penas, sencillamente, hay que seguir.
Juan Torres Marrero, güinero, poeta, maestro . Como todos tuvo una infancia y muchos sueños. Siempre que tenía la oportunidad se sentaba a escuchar a los improvisadores, de ellos aprendió los secretos del arte de escribir y cantar en décimas.
Juanito, como todos le dicen, se hizo imprescindible entre una generación que aún marca los senderos de la espinela en tierras del Mayabeque. Para él el amor, la naturaleza, un niño, el más simple gesto suele ser motivo de inspiración.
Aquellos años primeros de andar de aquí para allá entonando nuevos y viejos versos, fueron suficientes para demostrar que esa pasión nacía en lo más profundo del corazón.
Otro poeta reconocido, Raúl Peña Gil, confiesa que el protagonista de esta historia es un verdadero maestro, pues las rimas brotan de el como caudal y no vacila en igualarlo a otros grandes como José Riverón y Ficho Díaz.
Sin embargo la vida, bien se sabe, a veces nos golpea inesperadamente, pero, un buen poeta, a pesar de todo, no deja morir sus versos.
Luis Morales todavía
recuerdo la noche aquella
en que le pedí a una estrella
prestada tu poesía,
lo recuerdo y se diría
que el corazón se me alfombra
y que regreso a la sombra
de tu cariño profundo
la boca inmensa del mundo
en cien idiomas te nombran.
Güines cuando yo podía
correr detrás del sinsonte
el abanico del monte
las dos pierdas me batía
ya se fue esa fantasía
de ser cazador fugaz
y ahora solo me verás
sin hacer versos de estreno
con una pierna de menos
y un sufrimiento demás.
San Lázaro vino un día
hasta la tierra güinera
para buscar la manera
de hacer una poesía
nos vio juntos en la vía
y se dijo para sí
a esos dos que están allí
hijos de las mismas metas
les voy a poner muletas
para que canten por mí.
Luis, somos en realidad
en la luz de estos senderos
los dos poetas güineros
con la misma calidad
tal vez la fatalidad
nos montó en el mismo tren
o es que el hombre de Belén
el padre de los mortales
por mantenernos iguales
nos puso cojo también.
Sin pensar si quiera en nada
por el cigarro y el ron
perdí la circulación
de mi pierna más preciada,
ahora le pido a la almohada
seguir de la vida en pos
y nunca he negado a Dios
y por no seguir su huella
el filo de una botella
me cortó una pierna en dos.
Apoyado en los bastones
rojos de mi corazón
ahora soy un guitarrón
sin primas y sin bordones,
pero las lamentaciones
son hermanas del calvario
y ahora solo es necesario
que se olviden las muletas
y suban otros poetas
mejores al escenarios.
Así es Juan Torres Marrero, un poeta que escribe y dice lo que siente, que hace de la décima y la improvisación un refugio inexpugnable.
Y porque esa voluntad de vivir supera las penas, nuevas y reconocidas voces de la décima güinera, como Héctor Gutiérrez, lo califican de Maestro, lo admiran y no dudan en convertirlo en el Rey de la improvisación.
Por eso, Juanito, no hay ilusión perdida cuando aún queda la vida. Quién con rimas ha construido una historia ha de hacer de sus versos un canto eternamente infinito y libre.
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